Messi lleva a la Argentina a otra final
Todo lo conseguido no servirá si no gana la final. Es el único jugador al que no se juzga por lo que hizo sino por lo que no hizo. Como dijo Martino en la rueda de prensa: “Si perdemos la final no vamos a ser reconocidos”. Messi, menos.
Todas las prevenciones se derrumbaron en tres minutos, los que tardó Messi en poner un pase perfecto a la cabeza de Lavezzi para que éste anotara el primer gol y se destartalara la estructura futbolística y, sobre todo, la confianza de Estados Unidos. Porque, por cuestiones de mentalidad, siempre es conveniente no dejar crecer la autoestima gringa. Después casi no hubo partido, fue un monólogo de Argentina en goles y también en dominio. Alcanzó a tener 72% de posesión de balón (bien manejado). El 4-0 final es la diferencia exacta que hubo entre finalista y semifinalista.
Las prevenciones tenían asidero: Estados Unidos llegó al partido con dos días más de descanso. Y sin los 10.536 kilómetros que recorrió Argentina hasta llegar a San Francisco, su primer destino en esta atractiva aunque extenuante Copa América. Que en el caso de Messi fueron 31.925 tras un infernal recorrido aéreo Barcelona-Buenos Aires-San Juan-Barcelona-San Francisco. Todo en 20 días. Y con una lesión que lo tuvo dos semanas inactivo, le impidió jugar en el debut ante Chile y lo obligó a ser suplente ante Panamá y Bolivia. Además, el conjunto de Klinsmann venía en franco crecimiento tras vencer a Costa Rica, Paraguay y Ecuador (el líder de la eliminatoria sudamericana, no olvidarlo).
Klinsmann había anunciado con mucha convicción: “Frenaremos a Messi”. De modo que no daba para celebrar por anticipado. Y ahora nadie gana con la camiseta.
Sin embargo, ya en el fabuloso NRG Stadium de Houston, Argentina no le dejó probar ni un bocadito, se comió el pastel sola. En un breve título, Globoesporte, de Brasil, definió lo que fue el juego: “No ritmo do Maestro” (en el ritmo del Maestro). Efectivamente, Messi transita un estado de forma futbolístico sensacional y condujo otra vez a su selección hasta la final imponiendo entre sus compañeros el mismo toqueteo de pelota que hace en Barcelona. Esa infernal sucesión de pases atrás, adelante, a los costados que genera confianza a quien tiene el balón y un gran desasosiego al que está enfrente, porque en fútbol no se puede hacer nada sin la herramienta. Un repiqueteo de pases que, además del desgaste físico adversario que corre vanamente detrás de la pelota, persigue el momento y el lugar para meter el estiletazo que genere el desnivel.
Tras ese gol madrugador que ya era difícil de remontar para la escuadra de las barras y las estrellas, Lio clavó un tiro libre que la memoria atesorará por lo difícil del ángulo y la sublime ejecución. “Es la primera vez que la pelota va al palo del arquero y no culpo al arquero”, dijo alguien en Twitter. Cierto. A Guzan lo absuelve la precisión y la potencia del disparo.
Messi va incorporando permanentemente matices a su repertorio. Apareció como puntero derecho bien pegado a la raya siendo un gambeteador imparable; Guardiola lo ubicó de falso “9”, o salido del área y se transformó en un goleador letal. Como los marcadores lo seguían muy encima y los arqueros le salían cada vez con más presteza para anticiparlo, aprendió a acortar tiempos y ahorrar maniobras resolviendo con un toquecito suave por sobre el cuerpo del guardameta, o sea pinchándola. Hizo decenas de goles así. Luego, él solo fue retrocediendo en el campo casi hasta la media cancha para transformarse en un genial conductor. Y se convirtió en un asistidor notable. Agregó sus mortíferos pases entre líneas por abajo y luego patentó los cruzamientos por elevación para Jordi Alba o Neymar que solo deben controlar bien el balón y definir. Ese mismo cruzamiento de primera que hizo para Lavezzi en el primer gol. Un día le encargaron ejecutar los penales. Y lo asumió, con el riesgo que significan.
Porque los arqueros actuales tienen estudiado al rematador y reaccionan como felinos. Por último, se especializó en los tiros libres y ahora es un francotirador experto, al punto de que se ha convertido en un clásico en Barcelona que, cuando va a rematar, miles de espectadores lo filman con sus celulares, algo que se repitió también en el coliseo de Houston.
¿Qué otra novedad le agregará a su juego…? Eso se lo dictará su cada vez mayor hermandad con la pelota. Tal vez descubra todavía algo nuevo, pero ya estamos ante un jugador total, que además de su técnica fabulosa, crea, asiste y define. Messi lleva 5 goles y 5 asistencias en esta Copa en lo poco que ha jugado: dos partidos completos, 30 minutos con Panamá y 45 ante Bolivia.
No obstante, todo lo conseguido no servirá si no gana la final. Es el único jugador al que no se juzga por lo que hizo sino por lo que no hizo. Como dijo Martino en la rueda de prensa: “Si perdemos la final no vamos a ser reconocidos”. Messi, menos. Jamás hubo un futbolista tan extraordinario con tanta contra. Pero de a poco va ganando la batalla. Ya hay millones de conversos. Kempes tal vez sea uno. Le hemos escuchado conceptos duros sobre Lio, pero hace unos días se preguntó en su cuenta de Twitter: “¿Vamos a seguir comparando a este monstruo con los que vistieron la camiseta argentina por más que no logre salir campeón del mundo? Por favor…”
Pero no ha jugado Messi solo. Esta vez hubo un equipo que lo ayudó mucho más, todos intentan entender su juego de toque. Banega, de notable temporada en el Sevilla, ha evolucionado en la selección. La defensa está más firme que en años anteriores, sobre todo por el aporte de Mercado y Funes Mori, dos hombres de marca y fuerte temperamento. Cabe implorar para que ese juego de asociación lo entienda alguna vez Di María, quien entraría el domingo por Lavezzi.
Argentina está en una nueva final, la tercera en tres años seguidos. Aun cuando pueda perderla, porque nadie es imbatible y porque enfrente tendrá un excelente equipo, es un mérito. Cabe ponderar su insistencia, su deseo, su fe inquebrantable. Recordemos que entre el Mundial y estas dos Copas América perdió apenas un partido, ante Alemania, 1 a 0 y en tiempo suplementario. En Chile 2015 se retiró invicta, habiendo cedido el título recién en los penales. Y en Estados Unidos lleva 5 triunfos en 5 presentaciones. Entre los tres torneos ha sumado 13 victorias, 4 empates y aquella única derrota con Alemania. Ha marcado 36 goles y recibido 8. De modo que también los números le guiñan un ojo.
Por último, una satisfacción: el fútbol sudamericano ha impuesto una incuestionable superioridad sobre el de Concacaf, como cabía esperar. Y una selección de las nuestras traerá la Copa a la tierra donde nació.