Wednesday 22 Jan 2025 | Actualizado a 09:44 AM

Volvió el glamour de la Champions

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 24 de septiembre de 2023 / 22:44

Veíamos la previa del choque entre la Real Sociedad y el Inter de Milán. El coqueto estadio Reale Arena vibraba rebosante de público como nunca. La Real volvía a Champions después de diez años y el orgullo donostiarra rezumaba en el fervor de su gente, miles de banderas albiazules flameaban.

El marco era maravilloso: el colorido, la pulcritud, el perfecto césped de un verdor que cegaba, todo dentro de un orden y una prolijidad encantadores. ¡Qué cuadro…! Y aún no salían los equipos. Luego hubo un partido que terminó en empate a uno, pero el espectáculo ya lo había garantizado la puesta en escena. La Champions obliga a vestirse de gala.

Hasta los ’60, en el organigrama de los clubes ingleses primero estaba el Presidente, segundo el General Manager, encargado de contratar jugadores y dirigir el primer equipo, y tercero el Groundsman, o sea el encargado del campo de juego. Tal era la importancia que se confería al estado de la grama, no sólo por el juego sino por el efecto visual en los aficionados. En Sudamérica recién lo estamos entendiendo. Nuestros cancheros aún son los últimos del escalafón.

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La Copa Libertadores ha mejorado ostensiblemente. Hay una clara intención por jerarquizar los torneos en Sudamérica, pero aún nos cuesta cuidar el detalle, la limpieza y belleza del espectáculo más allá de la pelota, lo más fácil, pues no se necesita presupuesto para ello.

Volvió la Champions, el torneo de clubes más atractivo del mundo. Se disputó la primera fecha de la fase de grupos. El partido resaltante, por los nombres estelares, era Bayern Munich recibiendo al Manchester United. Dieciséis finales entre ambos. Dos pesos pesado. Y cumplieron, Ganó el Bayern 4 a 3 en un resultado demasiado mentiroso. Era, mínimo, para 7 u 8 a 3. Raro que los alemanes dilapiden tanto. Pese a lo que dice el 4-3 fue muy desparejo el nivel de ambos. Aunque sólo es el primer partido, el Bayern se postuló de favorito al título una vez más, en tanto el United se bajó de ese pedestal.

El Bayern hizo una profunda renovación en su plantel. Se fueron 15 integrantes y llegaron 5, pero repotenció sus fuerzas. Ya no están Pavard, Lucas Hernández, Mané, el arquero Sommer, João Cancelo, Daley Blind, Sabitzer, entre otros. Llegaron Harry Kane, Raphael Guerreiro y el muy buen zaguero surcoreano Kim Min-Jae, por quien se pagaron 50 millones de euros al Napoli. El Bayern no duda: tuvo por años un 9 extraordinario, Lewandowski, se le fue y lo suplió con Mané; no funcionó y fue a lo seguro, al mejor, Harry Kane. Cien millones pagó, pero Harry vale cada centavo. Y, además, se quedaron Kimmich y Goretzka, siguen Sané, Gnabry y Coman, el fenomenal Alphonso Davies, y la gran esperanza del fútbol germano: Jamal Musiala, quien le dio el título de la Bundesliga 2022-2023 con una genialidad en el minuto 89 del último partido.

Siempre tan prudente y acertado en el mercado, se vio un Bayern muy alemán, una mezcla de confiabilidad, potencia y seriedad en su juego. El Manchester United, que cumple diez años sin su benemérito Alex Ferguson, lleva el mismo tiempo de confusión y fracasos. Gastó otra vez 200 millones € para armar un conjunto sin garantías, lleno de medianías que no están para esa camiseta. Las diferencias en el juego fueron abismales: agresivo, decidido, intenso, desequilibrante el cuadro muniqués, dubitativo, endeble el manchesteriano, haciendo agua por diversos lados. Erik ten Hag apagó varios incendios al llegar, mejoró al equipo y lo clasificó a Champions luego de una temporada aciaga con Gunnar Solskjær y Ralf Rangnick al mando. Pero ahora lleva 17 meses en el cargo y, desde el comienzo de este nuevo curso, los Diablos Rojos suman 4 derrotas sobre 6 presentaciones. Lo que se dice un inicio horrendo. Este plantel ya lo armó él y el juego es el que él dispone. No le puede echar culpas a nadie. Apenas despunta la 2023-2024 y ya se nota que no está para dar combate.

La primera fecha fue tan enfática en resultados y actuaciones que ya es posible hablar de candidaturas. ¿Quiénes pueden ser campeones…? El primero es el Manchester City de Guardiola. Hace tres años que está más en vendedor que en comprador, pues esa es la filosofía del Grupo City: vender. Primero se hicieron grandes comprando, ahora invirtieron la ecuación. Se le fueron Gundogan y Mahrez, dos bastiones, pero Guardiola no se relaja nunca y optimiza lo que toca: acumulan 7 triunfos en 7 salidas al campo. Con muchos suplentes por lesiones vencieron 3-1 al Estrella Roja de Belgrado con un notable doblete de Julián Álvarez, cada día más evolucionado: corre, lucha, juega, marca y asiste. Y sintoniza con Haaland, se buscan y se encuentran. Viene del triplete y es aspirante o a todo otra vez el City. Naturalmente, por el juego que propone Pep. Ya no pueden endilgarle el rótulo de ser “el equipo de los millones y las estrellas”. Hay al menos media docena de clubes que han gastado más.

El FC Barcelona goleó 5-0 al modesto Amberes de Bélgica, sin embargo, más allá del rival y de sus incontables problemas económicos, el Barça vuelve a prometer fútbol del grande, del que lo hizo universal, con Xavi al comando, un discípulo de Guardiola en cuanto al gusto por el juego de posesión y ataque. Ha conformado un plantelazo el club catalán y es muy indicado para ganar todo. Cualquier equipo del mundo que tenga en su mediocampo a Frenkie De Jong, Pedri, Gavi, Gundogan, y en su delantera a Raphinha, Yamal, Lewandowski y João Félix es favorito a todo.

El Real Madrid ganó a lo Real Madrid: 1 a 0, en el minuto 94 y de rebote. Al Unión Berlín, que debutaba en esta competencia. Pero los dioses siguen alineados con esa camiseta, la llevan puesta. Por eso y por su historia, entra en el círculo de candidatos. Aunque no es goleador, Jude Bellingham lleva 6 anotaciones en 5 partidos y su precio (132 M€) empieza a parecer una ganga.

Luego está el Arsenal, que goleó 4-0 al PSV Eindhoven holandés. Se muestra cada día más fuerte el equipo londinense y no teme a nada, asume cada partido como cuadro grande. Tiene un grupo de jugadores amplio y de calidad, hambrientos de gloria. Ojo con ellos… Agregamos al Paris Saint Germain porque renovó su pésima nómina del año pasado con nombres ilusionantes en ofensiva: Kolo Muani, Gonçalo Ramos y Marco Asensio, que sumados a Mbappé le otorgan un poderío notable. La entidad parisina gastó 395 millones en compras. También reforzó la defensa con Skriniar y Lucas Hernández. Y fichó un técnico audaz como Luis Enrique. Arrancó bien: venció 2-0 al Borussia Dortmund en una zona minada, compuesta además por el Newcastle y el Milan.

Por último, vemos con buenas posibilidades al Inter, finalista de la edición anterior, que gracias a su genial director deportivo Beppe Marotta sigue reforzando una dotación ya de por sí excelente, con un Lautaro Martínez goleador, capitán y estrella absoluta. El Inter no debería tener problemas en avanzar de ronda. Y de rondas. Dejamos para el final a otro que viene haciendo todo bien en el rubro altas y bajas: el Napoli, flamante campeón italiano y sensación de la Champions anterior. El club de Maradona ganó de visita 2-1 al Sporting Braga. Retuvo al nigeriano Osimhen y al georgiano Kvaratskhelia, lo que le garantiza un respetable poder de fuego. Son nuestros ocho candidatos al título, en ese orden.

Volvió la Champions, volvió el espectáculo.

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Los títulos no explican todo

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 19 de enero de 2025 / 21:13

No llegan a diez. Hubo cientos de futbolistas excepcionales a lo ancho de la historia (¿por qué siempre a lo largo…?) y sólo 9 han ganado los tres títulos más codiciados: el Mundial, la Champions y el Balón de Oro.

Colectivos los dos primeros, individual el último. Ser campeón mundial es un sello que se lleva hasta el otro mundo. Es taaaaannnn difícil serlo que, aunque pasen cincuenta años, los presentarán en toda reunión o evento como “el señor tal, campeón mundial…” La Champions, a su vez, barniza de glamour y prestigio, y el Balón de Oro es un título de nobleza para toda la vida.

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Uno dice “Ruud Gullit, Balón de Oro 1987”, “Hristo Stoichkov, Balón de Oro 1994”… Casi deberían incluirlo en sus tarjetas de presentación. Cada vez que el liberiano George Weah es citado en una noticia se privilegia su condición de Balón de Oro 1995 antes que de presidente de su país. Y con frecuencia esto ni se menciona.

Son tres honores inigualables en el universo fútbol. Y apenas nueve predestinados han recibido ese beso de la gloria: dos alemanes, Franz Beckenbauer y Gerd Müller; tres brasileños, Rivaldo, Ronaldinho y Kaká; un inglés, Bobby Charlton; un italiano, Paolo Rossi; un francés, Zinedine Zidane; y un argentino, Lionel Messi.

Que Maradona, Pelé y Di Stéfano no integren esta selectísima galería parece una locura, casi blasfemo, aunque tiene una sencilla explicación: todos los jugadores tienen una carrera diferente. Pelé, por ejemplo, no jugó en el Viejo Continente, caso contrario podría haber levantado alguna Copa de Europa. En el apogeo de Maradona se otorgaba el Balón de Oro sólo a futbolistas de nacionalidad europea, por eso en 1986, cuando Diego deslumbró al planeta entero, el premio recayó en el ruso Igor Belanov, que estaba futbolísticamente a millones de años luz del Pibe de Oro. Di Stéfano inventó un club llamado Real Madrid, le imprimió su carácter indomable, pero siempre estuvo a contramano de la suerte en materia de selección, tanto con Argentina como con España. Fue campeón de Copa América, le faltó la del Mundo.

Para los títulos grupales se requiere no sólo del talento propio sino de una combinación de factores: pasar por un buen momento, integrar un equipo ganador, tener un técnico capaz, que no haya lesionados o suspendidos, que toque una ruta accesible… Y esa pizca de suerte indispensable. En el último instante de la final de 1978 entre Argentina y Holanda empataban 1 a 1. Una bola larga superó al marcador albiceleste Jorge Olguín, entró por detrás como una ráfaga Rensenbrink y, sin pararla, a la carrera, mandó un zurdazo que equivalía a una corona del mundo: si entraba, campeón Holanda. Fillol estaba vencido. Se detuvo el corazón de millones de argentinos… Pegó en el palo. Fueron al tiempo extra y ganó Argentina 3 a 1. Kempes no hubiese sido héroe, Rensenbrink sería un personaje nacional en su país, hoy nadie lo recuerda. Todo hubiese sido diferente.

Que Zico, Falcao, Sócrates, Junior, Toninho Cerezo no fueran campeones del mundo en aquel inolvidable Brasil de Telé Santana es casi increíble, era una orquesta que irradiaba un fútbol musical, precioso. Sin embargo, se topó con una Italia fantástica, seguramente la mejor de toda la historia, la de 1982. Defendía y atacaba con extraordinaria eficacia. Y con un Paolo Rossi que esa tarde tenía el teléfono de Dios. Tres estocadas de muerte le aplicó Paolo a Brasil y esa historia mundialista cambió abruptamente su capítulo final.

Los títulos, como los goles, son importantísimos, aunque no explican todo. Sí ayudan a dimensionar la grandeza de un deportista. Por esos vericuetos del destino se escapa para muchos el momento cumbre: la foto del festejo con la copa. Di Stéfano, Puskas, Gento, Kubala, Gianni Rivera, Sívori, Eusebio, Spencer, George Best, Zico, Teófilo Cubillas, Cruyff, Maldini, Baggio, Falcao, Sócrates, Junior, Platini, Gullit, Van Basten, Michael Laudrup, Rummenigge, Hugo Sánchez, el Pibe Valderrama, Batistuta, Butragueño, Cantona, Ryan Giggs, Dennis Bergkamp, Ibrahimovic, Beckham, Rooney, Neymar, Luis Suárez, Cristiano Ronaldo, Modric, Hazard, Lewandowski, Benzema, Harry Kane y decenas de notables más no obtuvieron el laurel mundialista y fueron o son sensacionales intérpretes del fútbol. Que Puskas, Cruyff o Zico no sean campeones del mundo… ¡Increíble!

Messi es el futbolista con más coronaciones en la historia -46- y el segundo con más goles -850-, no obstante, lo más resaltante de su bagaje es su juego, sus gambetas, sus pases geniales y sus asistencias. Si no hubiese acumulado tantos laureles tendríamos el mismo concepto de él. Maradona ganó sólo 12 campeonatos, pero ¿cómo atreverse a poner a Leo o a cualquier otro por encima de Diego sólo por sus trofeos…? Diego fue la épica total, la habilidad suprema unida a la valentía máxima.

Hay mil imponderables y circunstancias que confluyen para alcanzar el éxito. Y una muy importante: la calidad de los compañeros. Messi intentó por todos los medios que Neymar no abandonara el Barcelona, sabía que con él ganarían más cosas. Lo acaba de confesar Ney en una entrevista exclusiva que le hizo Romario: “No me fui del Barca pensando en ser el mejor del mundo. En mi última semana allí, Messi me preguntó: ‘¿Te vas porque querés ser el mejor del mundo? Te haré el mejor del mundo’, pero no se trataba de eso. Económicamente, (PSG) era mejor de lo que tenía en Barcelona y había brasileños jugando en París, estaba Thiago Silva, a Dani Alves recién lo habían firmado, Marquinhos, Lucas Moura, todos eran mis amigos. Quería arriesgarme”. Su partida fue un desastre para el Barça, que se debilitó notoriamente.

Ronaldo Nazario, Romario, Ibrahimovic, Van Nistelrooy, Michael Ballack, Eric Cantona, Batistuta, Kempes, Lothar Matthäus, Michael Owen, Roberto Baggio, Cannavaro, Totti no abrazaron la Copa de Europa, les faltó esa foto pese a sus campañas brillantes. Y otros, geniales, no recibieron el Balón de Oro. En varios casos, por injustas elecciones.

Lo más increíble de este rubro se llama Harry Kane. En 14 temporadas lleva 431 goles, siempre en el máximo nivel posible: Premier League, Selección de Inglaterra, Bayern Munich, máximo artillero histórico del Tottenham y de su selección y nunca pudo gritar campeón. De nada, ni de una copa menor. Una fatalidad. Fue al Bayern, que venía de coronarse en once Bundesligas consecutivas y quedó tercero. Ni siquiera una Copa de Alemania. Aún así, lo recordaremos como un delantero fantástico, de gol y clase, armador de juego, asistidor, jugador de equipo, gran capitán, siempre positivo.

Y su antípoda es Julián Álvarez, un caso único en la historia de este deporte, un buen elemento que a los 23 años ya había reunido 16 consagraciones, lo máximo a que puede aspirar un futbolista: campeón mundial y dos veces ganador de Copa América con Argentina, cinco torneos logrados con River, entre ellos Copa Libertadores y campeonato nacional, dos Premier League, Copa Inglesa y Champions con el Manchester City, además de otros certámenes menores. Y ahora se encamina a conquistar la Liga española con el Atlético de Madrid. Más que un fenómeno es un talismán. Lleva 112 goles totales, no demasiado. ¿Es Julián Álvarez más que Harry Kane…? No lo creemos.

Sólo aquellos 9 recibieron el guiño del destino. Mérito extraordinario, aunque los títulos no explican todo.

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Flick, tacticista y paternalista

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 16 de enero de 2025 / 00:13

Sin buenos jugadores, no hay táctica que valga. Carlo Ancelotti lo sabe mejor que nadie. Prueba irrefutable es su Real Madrid: es el actual campeón de España y de Europa, tiene el plantel más cotizado del mundo, pero pidió refuerzos urgentes a Florentino Pérez, para antes del 31 de enero, cuando cierra el mercado invernal.

Quiere, mínimo, un central de categoría y un lateral derecho contrastado (interesa Alexander Arnold, del Liverpool). Si puede alguno más, impecable. Seguramente Carletto se considera a sí mismo un entrenador competente, pero quiere más garantías en el campo.

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Está claro, entonces: esto no es ajedrez, nadie puede jugar con fichas ni con muñequitos de metegol y ser campeón del mundo. Pero ahora, más que nunca, está comprobado que sin un buen técnico no hay proceso que prospere, aún con una nómina brillante. Cantidades de clubes y selecciones fracasaron teniendo excelentes futbolistas, aunque sin un conductor capaz de guiarlos al éxito. Porque no logró conjuntarlos, porque no tenía la táctica adecuada, por no conformar un equipo o bien por no ser capaz de armonizar el grupo humano.

Un plantel de jugadores correctos bien conducidos puede igualar o superar a otro de mejores individualidades, pero mal dirigidos. Sobre todo, en la actualidad, donde la preparación física ha alcanzado un punto tal vez máximo: ya no se puede correr más rápido o con mayor intensidad llevando una pelota. Y sólo con el factor físico cualquier equipo complica a su adversario. “Si a un equipo malo lo dejamos jugar, lo convertimos en bueno; si a uno bueno lo apretamos a fondo lo reducimos a discreto o malo”, les decía a sus dirigidos don Raúl Pino, lúcido estratega chileno de los ’70 a los ’90, que dirigió a la Selección Boliviana y varios clubes.

En el Mundial de 1930 ni se sabía quiénes eran los entrenadores de las selecciones; entonces no revestían ninguna importancia. Los equipos eran armados por los delegados al torneo, o bien estos designaban al capitán y este formaba el cuadro; de táctica ni se hablaba, apenas algunos lineamientos generales como “hay que atacarlos”, o bien “salgamos a esperar a ver cómo se desarrolla el partido”. El llamado “entrenador” era una especie de hermano mayor que daba unas afectuosas palmadas antes de entrar al campo y profería alguna frase animosa como “vamos que hoy ganamos”. Nos lo contó Francisco Varallo, delantero argentino en aquella primera Copa Jules Rimet: “Figuraba como técnico Francisco Olázar, pero él no se metía para nada, ahí los que mandaban eran Monti, Paternoster, Nolo Ferreyra… Eran los mayores y daban las indicaciones, jugá por derecha, hacé esto o aquello…”

Recién muchos años después el entrenador fue perfilando su gravitación, hasta convertirse en director técnico, luego en estratega y, en los últimos tiempos, en conductor de grupos, esto último tan esencial en este tiempo que nadie se arriesga con un profesional que tenga “problemas de vestuario”. Ya no existe duda alguna sobre la importancia capital del DT. Nadie quiere equivocarse porque después todo el proyecto queda en sus manos. Él deberá encontrar los jugadores más capaces, la mejor táctica y llevar las riendas con buen ambiente y firmeza.

La elección del técnico ha pasado a ser la decisión trascendental de cualquier institución. En ello se basa casi toda la razón del éxito en el fútbol actual. Y el mapa de la felicidad apunta hoy a Barcelona. La hinchada azulgrana ha encontrado, por fin, al mesías: Hansi Flick. No es que sea un descubrimiento, el alemán es el iluminado entrenador que llevó al Bayern Munich al sextete en 2020 habiendo tomado al equipo tras una dolorosa goleada de 1-5 ante el Eintracht Frankfurt. Destituyeron a Nico Kovac y lo subieron como interino. Arrasó. Ganó todo, le dieron la Selección Alemana para el Mundial 2022 y fracasó: se volvieron a casa en primera rueda. Insólitamente, estaba desocupado, lo fue a buscar el Barça y reapareció el Flick sorprendente.

Aún sumergido en deudas y cimbronazos institucionales, el barcelonismo sonríe, ve un presente luminoso y un futuro inmediato espectacular por la nueva camada que componen Gavi, Pedri, Cubarsí, Fermín, Casadó, Balde y, sobre todo, Lamine Yamal, el chico de 17 que es ya la gran estrella del fútbol español. “No sé si Lamine podrá igualar a Messi, pero puede marcar una época, como Messi”, dijo anteayer el exmadridista Guti en El Chiringuito. Y a ellos hay que sumarles a Dani Olmo, Ronald Araujo, el momento estelar de Raphinha y la veterana sabiduría de Lewandowski.

Pero todo encaja porque está Flick, un sujeto sencillo, afable, de perfil bajo, que muestra un presente ilusionante: acaba de ganar la Supercopa de España al Real Madrid, es segundo del Liverpool en Champions, con todas las chances en Copa del Rey y tercero a 6 unidades del Atlético en Liga, pero con toda la segunda rueda por delante. Tres torneos en el horizonte, si pega uno o dos más en su primera temporada será fantástico.

Tiene un magnífico plantel, mucha juventud y ya ha logrado el funcionamiento: lo dicen los números, verdaderamente impactantes: 21 victorias sobre 29 cotejos, con 88 goles marcados (3,03 por partido) y 74,71% de rendimiento. Y el juego, ¿no…? Los dos clásicos recientes ante el club blanco le dieron un espaldarazo extraordinario a la reputación de Flick. Cuatro a cero en Madrid y 5 a 2 en Arabia Saudita, ambos con baile y resultado corto, pudieron ser más escandalosos. “Superpaliza” y “Superbaño” titularon respectivamente As y Marca, los dos diarios ultramadridistas, admitiendo la realidad. Las acciones de Hans-Dieter treparon hasta la estratósfera. Los mismos medios madrileños hablaron de que le dio un repaso táctico a Ancelotti.

Flick borró de un plumazo el clásico estilo del Barça de posesión, pases y más pases: juega directo, sale rápido del fondo, transición breve y ataque. Y aprovecha una delantera letal con Lamine, Lewa y Raphinha. El equipo genera muchísimo caudal en ataque y entre sus logros individuales está, sobre todo, Raphinha, embalado en un 2024-2025 notable con 20 goles y 10 asistencias, además de generar mucho desequilibrio para la diagonal de Lamine o el desmarque de Lewandowski. Flick archivó el ADN Barça y nadie dijo ni mu.

Cuando todo está polarizado entre técnicos tacticistas o paternalistas, Flick rompe el molde: es ambas cosas. Y también exigente. Otro de los jóvenes de La Masía, Pau Víctor, dio una pista sobre el DT oriundo de Heidelberg: “Es muy estricto con la puntualidad, si dice a las 11 en el campo y llegas tres segundos después, para él has llegado tarde». El arquero Iñaki Peña y el lateral Koundé llegaron con retraso a una charla técnica y quedaron fuera de la convocatoria. Pero nadie se molesta, los jugadores están felices con el amable rigor del comandante, siempre sonriente.

Otro punto a favor es que llegó en medio de grandes turbulencias institucionales del club azulgrana, pero él, a lo suyo, nunca menciona el tema en las ruedas de prensa ni se queja de nada, se mantiene al margen. Si lo que un club de este porte busca es un entrenador de prestigio, trabajador, exitoso y con liderazgo positivo, el FC Barcelona acertó la lotería del fútbol.

(15/01/2025)

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La ideología llegó al fútbol

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 13 de enero de 2025 / 00:04

¿Tendrá lugar el Sudamericano Sub-20 en Venezuela…? El torneo, que otorga cuatro cupos al Mundial de la categoría, debe comenzar en diez días, aunque los equipos llegan cuatro o cinco antes.

Las tensiones sociales en el país de Rómulo Gallegos, la situación política que emana hacia el resto del mundo y los enconos particulares con naciones del continente (ningún presidente de América del Sur asistió a la jura del nuevo mandato de Nicolás Maduro y una mayoría desconoció los resultados electorales que lo ungieron) han generado que tanto Argentina como Uruguay pidieran a la Conmebol el traslado de la sede del Sub-20 a otro país.

Esto, además, porque un ciudadano argentino que iba a visitar a su familia fue detenido al intentar ingresar en la frontera Cúcuta-San Cristóbal y luego acusado de terrorismo.

Hay un antecedente: Perú se ausentó del Sudamericano Sub-20 jugado en 1981 en Ecuador pues en ese mismo momento ambos países estaban inmersos en un enfrentamiento armado en una zona fronteriza llamada Falso Paquisha. De resultas, hubo 33 muertos. No obstante, es una situación inédita que, por razones políticas -o eminentemente ideológicas- una o más selecciones no acudan a un torneo o soliciten cambio de sede. Ojalá no suceda, sería triste.

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Con nuestras diferencias vecinales y regionales, siempre hemos mantenido una identidad común los sudamericanos. Pero a nivel mundial no es nuevo, las guerras y la política han golpeado al fútbol a lo largo de la historia. Debido a la guerra con Ucrania, Rusia ha sido impedido de disputar los Mundiales 2022 y 2026. Eritrea, por su parte, desistió de jugar la Eliminatoria africana por la posible deserción de sus jugadores en los partidos de visitante. Es un régimen hermético donde hay servicio militar obligatorio desde los 17 años hasta los 50.

El primer coletazo fue en 1916. Aún no existían los Mundiales (comenzaron en 1930), el único torneo ecuménico de fútbol era el de los Juegos Olímpicos. Tocaba disputarlo en las Olimpíadas de 1916 en Berlín (nada menos), pero estas fueron anuladas a causa de la Primera Guerra Mundial, de la que justamente Alemania fue su propiciador.

Bolivia y Paraguay habían disputado en Uruguay el primer Mundial, sin embargo, en 1934 ni tiempo tuvieron de pensar en asistir a la segunda edición, en Italia: estaban trenzados en la terrible Guerra del Chaco (1932-1935). No sólo no competían sus selecciones, tampoco había torneo nacional. Más que eso, el tradicional club The Strongest aportó al ejército boliviano un batallón completo de 600 combatientes compuesto por sus jugadores del primer equipo, dirigentes y socios, lo cual es reconocido como una gesta nacional.

España ya había demostrado ser una fuerza considerable en los Olímpicos de 1920 (fue subcampeón), pero no pudo participar del Mundial de Francia 1938 por estar en plena guerra civil, una de las contiendas internas más graves de la humanidad. Tampoco acudió Austria, ya clasificada, por haber sido anexada por Alemania.

La atroz Segunda Guerra Mundial arrastró en su curso de muerte y destrucción las Copas del Mundo que debieron disputarse en 1942 y 1946, canceladas para siempre. El torneo regresó recién en 1950 en Brasil. La FIFA celebró que se realizara en Sudamérica y no en Europa, que aún intentaba reponerse de los estragos bélicos. Brasil vivía en paz y en moderado progreso. Preparó para la competencia el grandioso Maracaná y la ausencia de Argentina le permitía pensar con cierta seguridad en coronarse, pero apareció la gloriosa Celeste uruguaya y le arrebató el sueño. Costó reinstaurar la magna competición: sólo 13 equipos se presentaron en Brasil. Alemania y Japón, las potencias del Eje, estuvieron imposibilitados de intervenir. Ambos estaban en ruinas. Aparte de ello, la FIFA los había excluido como miembros en castigo por el desastre causado.

Firmada la paz, en noviembre de 1945 volvió el fútbol en Europa con un amistoso entre Suiza e Italia en Zurich. Las autoridades de la FIFA aprovecharon la ocasión para retomar sus reuniones. No lo hacían desde 1941. «La máxima cordialidad ha presidido esta última reunión en la que considero se ha hecho buen trabajo. No ignoran ustedes que Alemania y Japón han sido eliminados de la FIFA y la decisión sobre Italia queda subordinada a la política que, a su respecto, adoptarán las Naciones Unidas”, declaró su presidente, Jules Rimet, al retorno a Francia. A Italia sí se le permitió acudir a Brasil, porque era el último campeón y porque Ottorino Barassi, presidente de la federación italiana, había guardado celosamente el trofeo en su casa, en una caja de zapatos, para que no lo arrebataran los militares alemanes.

Pocos meses después, en Luxemburgo, se celebró el 45° congreso de la matriz del fútbol y las conclusiones del álgido tema las contaba de nuevo Rimet: “Habiendo comprobado el Comité que tanto en Alemania como probablemente en el Japón ya no existen organizaciones Nacionales capaces de poder asegurar las relaciones del fútbol de estos dos países con el de las demás naciones, decidió provisionalmente que no era posible ninguna relación deportiva entre las Asociaciones el afiliadas a la FIFA y sus clubs de una parte, y Alemania y Japón con sus clubs, de la otra”. Alemania, aún dividida, retornaría en el Mundial de Suiza 1954 para ganarlo, en lo que se denominó “El milagro de Berna”.

En las décadas de 1950 y 1960 muchos países de Asia y África no tomaron parte de las justas mundialistas, estaban metidos de lleno en sus guerras de independencia. Eran incluso colonias, allí nacieron como naciones libres y luego se afiliaron a la FIFA.

El único país que estando en guerra disputó un Mundial fue Irak, que acudió a México ’86 mientras sostenía su larguísima contienda con Irán. Y, más curioso, que fuera ésa su única incursión mundialista. En 1994 le fue prohibido a Yugoslavia concursar en Estados Unidos ’94. Aún existía como entidad política la Federación Yugoslava, compuesta por Serbia y Montenegro. Pero, dado que Serbia desató la Guerra de los Balcanes, fue excluida de la Eurocopa 1992 y no se le permitió ser parte de la Eliminatoria del Mundial ’94.

No obstante, el país más perjudicado de todos por las guerras en relación a los Mundiales fue Argentina, que no tenía problemas con nadie. Su llamada Época de Oro transcurrió en los años ’40 y comienzos de los ’50. Al no haber torneos en 1942 y 1946, el gran público internacional se perdió de ver a aquellos fenómenos como José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Antonio Sastre, Vicente de la Mata, Tucho Méndez, René Pontoni, Rinaldo Martino y decenas más.

La Copa América era un torneo de élite, quien lo ganaba era potencia universal, como lo había demostrado Uruguay en 1924 y 1928. Y Argentina había conquistado la corona en 1941, 1945, 1946 y 1947. Pero un suceso adicional sería la demostración de su poderío. San Lorenzo de Almagro, brillante campeón argentino de 1946, fue invitado a realizar una gira por Europa.

Deslumbró de tal manera que en España se dijo que el fútbol se dividía “en un antes y un después de San Lorenzo”. El Ciclón goleó 10 a 4 a la Selección de Portugal y 7-5 y 6-1 a la de España. Parecía tenis, pero era fútbol. Y se trataba apenas de una expresión de club del fútbol albiceleste. Fue el equipo que enamoró al Papa Francisco.

(12/01/2025)

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¡Basta de extranjerismos…!

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 10 de enero de 2025 / 00:02

Podemos mirar el horizonte; también verlo, observarlo, admirarlo, otearlo, contemplarlo, avizorarlo, inspeccionarlo, escudriñarlo, escrutarlo, explorarlo, examinarlo, avistarlo, ojearlo, atisbarlo, advertirlo. Todas acciones similares, aunque con connotaciones ligeramente diferentes. Pueden distinguirse con nitidez una de otra gracias a las infinitas posibilidades que nos proporciona el castellano, nuestra lengua, la más portentosa herencia que España nos legó.

¡Somos tan afortunados! Toda Latinoamérica es una cómoda autopista idiomática por la cual transitamos a gran velocidad. Es la maravilla de nuestra lengua, que nos une. Se encuentran un mexicano, dos japoneses, un angoleño, un haitiano y un colombiano en Moscú, ¿qué hacen? Se dispersan, menos el mexicano y el colombiano; ellos se ponen a conversar, van a tomar algo, comienzan a planear juntos una salida. Se reconfortan uno al otro, empiezan a sentirse mejor. Sólo porque hablan el mismo idioma.

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La clavó al ángulo…

De Alaska a Tierra del Fuego, son veinte países conectados culturalmente por esa herramienta tan galana llamada también español. Incluido Estados Unidos, donde habitan hoy alrededor de 65 millones de hispanohablantes.

Esta facilidad de comunicación se fortalecerá en los próximos cincuenta años hasta límites insospechados. El español ya es un idioma global, y crece en porcentajes superiores a otras lenguas, avanza, se multiplica por los migrantes, se prestigia por nuestros literatos. Esto reportará enormes beneficios a Latinoamérica. Ya somos 600 millones en el mundo que hablamos la lengua de Cervantes. Es cierto también que el porcentaje de natalidad en América Latina es más alto que, por ejemplo, el de Europa.

El castellano es lengua oficial de organismos como las Naciones Unidas, la Unión Europea, la Unión Africana, naturalmente la OEA y entidades multinacionales como la FIFA o diversos foros culturales. Hoy es el tercer idioma más importante del mundo detrás del inglés y el francés (el chino, el ruso, el indio son cinco centavos aparte, hay más hablantes, pero en un sólo país y por su extensa población). Un estudio de la revista Science revela que, para el decenio del 2050, será la segunda lengua más hablada, superando al inglés, que está en baja.

Sin embargo, la acechan diversos peligros. 1) La pobreza del lenguaje en los medios, especialmente la televisión (capaz de hacer estragos irreparables). 2) Su capacidad ociosa. El diccionario compila 94.000 palabras según el flamante diccionario de la Real Academia Española, en tanto una estimación dice que la gente común no usa más de 1.000. Con eso le alcanza. 3) Uno preocupante: la extranjerización del idioma.

Una ola de cursilería lamentable llama a demasiadas cosas por su nombre en inglés. Gimnasio es “gym”, preparador físico exclusivo es “personal trainer”, acentuado como ”pérsonal”. Congelador es “freezer”, disco compacto es “CiDi”, la elección de actores o trabajadores es “casting”, el estacionamiento “parking”, las personas sin techo son “homeless”, los mensajes por correo electrónico “mails”, los agentes inmobiliarios pasaron a ser “brokers” y los bienes raíces “real estate”… En las tiendas ponen “sale” (por oferta) y “off” (por descuento). En las reuniones, en lugar de un recreo o un alto se propone un “break”. Hay cientos de ejemplos.

Computación e Internet son igualmente un campo minado de anglicismos como “mouse”, “pad”, “hardware”, “link”, “desktop”, “laptop”, “enter”, “web”… Sucede que prácticamente todos los inventos y descubrimientos científicos y tecnológicos, las nuevas formas de comunicación y de hacer negocios, provienen del mundo anglosajón, y, si no son de allí, son presentadas de todos modos en inglés. Allá les dan nombre y, en muchos casos, no hay un correlato en español para la palabra nueva de lo que fue creado. No tenemos la capacidad de generar una traducción o somos indolentes.

En el tenis están el “drive”, el “top spin”, el “ace”, el “umpire”, la “net”, el “slice”, el “drop”, en el golf hay “birdie”, “green”, “eagle”, “bogey” y una lluvia de vocablos cuya pronunciación parece otorgar refinamiento, estilo, conocimiento del tema.

En muchos países está impuesto en los colegios decirle a la señorita “miss” y al profesor “mister”. Sin hilar tan fino, en Ecuador, Sucre fue sustituido en los billetes por Franklin. En las redes sociales manda el “postear” en lugar de publicar. Y todos nos tomamos una “selfie” en algún momento.

Lo peor es que esta invasión lingüística es innecesaria, pues hay términos en castellano para cada caso. Y no está orientada desde los Estados Unidos con fines de penetración cultural, no hace falta, los latinoamericanos se invaden solos. Se autocolonializan con placer casi sensual. Lo decimos en fútbol de los delanteros pataduras: se marcan solos.

El Nóbel de la afectación tonta era un programa denominado “The wedding planner” (el planeador de bodas). La primera reflexión al verlo fue: será norteamericano. No, estaba conducido por argentinos en un canal argentino: Utilísima.

Hay, naturalmente, extranjerismos que se imponen y pasan a formar parte de la cultura propia. Es el caso de “wing” en el fútbol. En la Argentina está muy arraigado desde hace unos 120 años y es casi absurdo pedirle a un hincha que diga “alero”, incluso el más aceptado “puntero”. Pero son excepciones muy puntuales.

En fútbol está de moda decir “data” al dato, ”hat-trick” al triplete y ahora se ha agregado un anglicismo más: el “sold out”, para referir que se jugó a estadio lleno, en lugar de decir, justamente, estadio lleno. Un periodista avisa que Bermúdez no está habilitado para jugar porque aún no llegó el “transfer”; o sea, la trasferencia. MVP (Most Valuable Player) en lugar de Jugador Más Valioso. No hacen ninguna falta pues hay un correlato perfecto en cada caso. Por suerte, presión le ha ganado el duelo a “pressing”, que se utilizó por décadas.

Gambeta es genial, pero los británicos no la usan porque ya tienen dribbling, y está bien, ellos siguen con eso. Lastimosamente, Champions le ha ganado por goleada a Liga de Campeones, es más corto, más rápido. En eso, el inglés nos aventaja, es simple y breve, tiene la ventaja de la concisión, que facilita el decir: gift, tweet, sprint, pad, teen, shot…

Pasó en el ’82. Falleció Grace Kelly; la revista “Hola”, de España, tituló en tapa: “Ha muerto Gracia de Mónaco”. Sonaba bastante gracioso. En ese momento pensamos ¿por qué no ponerle Grace, como se la conocía mundialmente? En la patria de Vicente Blasco Ibáñez castellanizan, defienden su patrimonio cultural. Es la explicación de por qué un país que soportó 781 años de ocupación mora, un día logró liberarse. Y mantener inmaculada su identidad, sus costumbres, sus tradiciones, su idioma.

El castellano crece, pero a los empujones, y a pesar de los latinos. Convengamos: nadie puede ordenarle al pueblo cómo hablar. Y, por cierto, las lenguas son dinámicas, permeables, abiertas. No obstante, es nuestra obligación defenderlo de la mediocridad, de la indolencia y de la cursilería, tres enemigos devastadores, pertinaces.

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La clavó al ángulo…

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 6 de enero de 2025 / 00:04

James Rodríguez se convirtió en celebridad en tres segundos, los que mediaron entre que la paró de pecho, la empalmó de zurda y la clavó en el arco uruguayo aquella tarde del 28 de junio de 2014 en Maracaná.

Ya no necesita comillas. Clavar, nacido del ingenio periodístico para graficar la rotundidad de un gol, cuando el delantero remacha al arquero con un tiro potente, es ahora un verbo hecho y derecho, con la oficialidad que da la Real Academia Española.

La RAE le selló el pasaporte: “Meter un gol o una canasta”. Clavar es uno de los 4.074 nuevos términos y expresiones o nuevas acepciones de palabras incluidas con anterioridad, enmiendas a artículos ya existentes y supresiones.

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Consta en el nuevo diccionario de nuestra lengua, tan galana y gustosa que se saborea como una copa de buen vino. La gigantesca obra, con 94.000 palabras, fue presentada en diciembre último.

Clavar tiene origen, como tantos vocablos, en esta parte del agua. Es un americanismo. También fue incorporado diana (gol), pero este es tan español como la paella. “A partir de 2026 vamos a abrir las costuras del diccionario, las entradas se pueden multiplicar e incorporar léxico que no ha figurado nunca, quizá se llegue al doble de las que tenemos ahora”, comentó Santiago Muñoz Machado, director de la RAE, dándonos esperanzas de que sumen centenares de términos bellísimos y graciosos que nos son familiares, pues han nacido en nuestro continente. De hecho, el académico informó que el objetivo es “intentar aproximarnos a un diccionario completo que tenga términos que han faltado, en especial americanos”.

El fútbol ha sido, desde siempre, un manantial de vocablos y expresiones deliciosas para ilustrar literariamente un partido, un espectáculo. Mario Vargas Llosa, que se enorgullece de pocas cosas como de ser hincha de Universitario y haber jugado en calichines de la ‘U’, hace un extraordinario elogio a los textos balompédicos. “La crítica del fútbol es también una formidable maquinaria creadora de mitos, un espléndido surtidor de irrealidades que alimenta el apetito imaginario de vastas multitudes…”, dice el peruano universal.

El fútbol hablado puede ser mucho más entretenido que el fútbol jugado si se apela a la galanura del castellano mezclada con el encanto de lo popular. Justamente a esto se refiere el Nobel de Arequipa: “Sin temor a exagerar se puede decir que es regla casi general que las páginas deportivas sean las más vitales e imaginativas de diarios y revistas, aquellas en las que el periodista muestra una libertad y una audacia estilística mayores. Lo mismo se puede decir del comentarista radial de fútbol, que, si es bueno, va enriqueciendo con sus palabras aquello que transmite”. (Gracias, Mario, esta ronda la pagamos los cronistas deportivos…)

Hay muchas voces futboleras en el diccionario, aunque, según anuncia Muñoz Machado, es posible que en el nuevo volumen de 2026 aparezcan muchas más, originadas en la chispa tribunera, que brota de la emoción, el entusiasmo o el fastidio que genera un partido. Ya están cancha (extraordinario aporte quechua), remontada, chanfle, hinchada, triplete, campeonar y otras. Pero puede que hagan un ingreso triunfal expresiones que se fueron desparramando por el continente con una familiaridad asombrosa: caño (pasarle la pelota por debajo de las piernas al rival), comba (pegarle con efecto para que la bola doble), rompepiernas (zaguero muy bruto y rudo), gallinear, pechear, arrugar (acorbardarse en un juego importante), tronco, queso, paquete, patadura, malerba, madera (para rotular a un jugador inhábil), flan (para describir a una defensa floja), masita (un remate débil), romperla, gastarla, descoserla (jugar magníficamente), banderazo, aguante (multitudinaria muestra de apoyo de una afición a sus jugadores antes de un duelo crucial), calesitero (el futbolista que da vueltas y no va hacia adelante, no concreta), ratonera (ángulo bajo del arco, junto a un palo).

La preciosísima vacunar es para explicar, con sorna, que un equipo le ganó a otro cuando no se esperaba. “Banfield lo vacunó a Boca”. Pocas hay tan descriptivas y jocosas como picapiedra, referida al jugador sin técnica, áspero, rocoso. Ya que no tiene habilidad, ese tipo de elemento es, por lo general, el encargado de meter, poner, sinónimo de esfuerzo y pierna fuerte y templada. Para graficar a un equipo malo existe entre los hinchas una palabra insuperable: murga. Cuando a un equipo lo dominan ostensiblemente lo están peloteando. Y aquel jugador que destaca en los entrenamientos, pero no en los partidos, donde hay más exigencia, es practiquero. Muchas de estas expresiones grafican a la perfección situaciones de la vida diaria. “En el trabajo, el jefe lo tiene contra los palos”, lo presiona. Para mofarse de un club que quedó en blanco en la temporada, sin conseguir ningún título, ni doblete ni cuatriplete, los hinchas dicen “el nadaplete del Barcelona”. Vaselina es cuando el atacante marca un gol pasando el balón sobre la cabeza del arquero. Pincharla es una acción parecida, pero pegándole suave y bien de abajo al esférico. Un Panenka es hacer eso mismo, pero en un penal, engañando al arquero, amagando disparar fuerte a una punta y en cambio tirar suave y al medio.

La crónica deportiva, sobre todo de los relatores radiales, muchos de ellos fantasiosos e hiperbólicos, pero chispeantes, alimenta este diccionario de la pelota. Y agrega términos, frases y apodos a toda velocidad y según lo determine el juego. Entre el hincha, el periodista, el técnico y los jugadores se va construyendo esta nomenclatura del ingenio.

¿Por qué semejante penetración cultural es obra del fútbol y no del tenis, el basquet, el automovilismo…? Razón primera: su tremenda popularidad y masividad supera a la de todos los demás deportes juntos. Razón dos: el fútbol acriolló su idioma en tanto los demás deportes como tenis, golf, rugby, basquet y otros siguieron conservando la raíz británica de su vocabulario, como drive, smash, top spin, slice, birdie, green, eagle, bogey… Razón tres: el centimil, el espacio que ocupa cada disciplina en los medios; cuando todos los demás deportes llevan una página del diario, el fútbol ocupa cuatro o cinco. Hay mayor familiaridad con sus términos.

Sudamérica, y en especial Argentina, son una fábrica de neologismos futboleros, aunque ninguno como gambeta, la reina de estas figuras literarias. Gambeta pertenece al lunfardo, el idioma paralelo de los argentinos que tuvo su cuna en las clases populares, pero, por figurativo y gracioso, entró de lleno en el vocabulario de todos. Su correlato en español es regate, y en inglés dribbling, pero no tienen el mismo impacto. Gambeta es un italianismo que curiosamente no existe en Italia, viene de gamba, pierna, es un movimiento rápido de piernas para eludir la acción adversaria y seguir con la pelota. Hay gambeta fina (la de Iniesta), gambeta larga (la de Mbappé), gambeta impredecible (la de Maradona). Viene de los comienzos del fútbol. Ya en 1920 Gardel había compuesto “Mano a mano”, tango con letra de Celedonio Flores, y cantaba: “Se dio el juego de remanye / cuando vos, pobre percanta / gambeteabas la pobreza en la casa de pensión / hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta / los morlacos del otario los tirás a la marchanta / como juega el gato maula con el mísero ratón”.

(05/01/2025)

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