Sunday 3 Dec 2023 | Actualizado a 23:31 PM

Volvió el glamour de la Champions

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 24 de septiembre de 2023 / 22:44

Veíamos la previa del choque entre la Real Sociedad y el Inter de Milán. El coqueto estadio Reale Arena vibraba rebosante de público como nunca. La Real volvía a Champions después de diez años y el orgullo donostiarra rezumaba en el fervor de su gente, miles de banderas albiazules flameaban.

El marco era maravilloso: el colorido, la pulcritud, el perfecto césped de un verdor que cegaba, todo dentro de un orden y una prolijidad encantadores. ¡Qué cuadro…! Y aún no salían los equipos. Luego hubo un partido que terminó en empate a uno, pero el espectáculo ya lo había garantizado la puesta en escena. La Champions obliga a vestirse de gala.

Hasta los ’60, en el organigrama de los clubes ingleses primero estaba el Presidente, segundo el General Manager, encargado de contratar jugadores y dirigir el primer equipo, y tercero el Groundsman, o sea el encargado del campo de juego. Tal era la importancia que se confería al estado de la grama, no sólo por el juego sino por el efecto visual en los aficionados. En Sudamérica recién lo estamos entendiendo. Nuestros cancheros aún son los últimos del escalafón.

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La Copa Libertadores ha mejorado ostensiblemente. Hay una clara intención por jerarquizar los torneos en Sudamérica, pero aún nos cuesta cuidar el detalle, la limpieza y belleza del espectáculo más allá de la pelota, lo más fácil, pues no se necesita presupuesto para ello.

Volvió la Champions, el torneo de clubes más atractivo del mundo. Se disputó la primera fecha de la fase de grupos. El partido resaltante, por los nombres estelares, era Bayern Munich recibiendo al Manchester United. Dieciséis finales entre ambos. Dos pesos pesado. Y cumplieron, Ganó el Bayern 4 a 3 en un resultado demasiado mentiroso. Era, mínimo, para 7 u 8 a 3. Raro que los alemanes dilapiden tanto. Pese a lo que dice el 4-3 fue muy desparejo el nivel de ambos. Aunque sólo es el primer partido, el Bayern se postuló de favorito al título una vez más, en tanto el United se bajó de ese pedestal.

El Bayern hizo una profunda renovación en su plantel. Se fueron 15 integrantes y llegaron 5, pero repotenció sus fuerzas. Ya no están Pavard, Lucas Hernández, Mané, el arquero Sommer, João Cancelo, Daley Blind, Sabitzer, entre otros. Llegaron Harry Kane, Raphael Guerreiro y el muy buen zaguero surcoreano Kim Min-Jae, por quien se pagaron 50 millones de euros al Napoli. El Bayern no duda: tuvo por años un 9 extraordinario, Lewandowski, se le fue y lo suplió con Mané; no funcionó y fue a lo seguro, al mejor, Harry Kane. Cien millones pagó, pero Harry vale cada centavo. Y, además, se quedaron Kimmich y Goretzka, siguen Sané, Gnabry y Coman, el fenomenal Alphonso Davies, y la gran esperanza del fútbol germano: Jamal Musiala, quien le dio el título de la Bundesliga 2022-2023 con una genialidad en el minuto 89 del último partido.

Siempre tan prudente y acertado en el mercado, se vio un Bayern muy alemán, una mezcla de confiabilidad, potencia y seriedad en su juego. El Manchester United, que cumple diez años sin su benemérito Alex Ferguson, lleva el mismo tiempo de confusión y fracasos. Gastó otra vez 200 millones € para armar un conjunto sin garantías, lleno de medianías que no están para esa camiseta. Las diferencias en el juego fueron abismales: agresivo, decidido, intenso, desequilibrante el cuadro muniqués, dubitativo, endeble el manchesteriano, haciendo agua por diversos lados. Erik ten Hag apagó varios incendios al llegar, mejoró al equipo y lo clasificó a Champions luego de una temporada aciaga con Gunnar Solskjær y Ralf Rangnick al mando. Pero ahora lleva 17 meses en el cargo y, desde el comienzo de este nuevo curso, los Diablos Rojos suman 4 derrotas sobre 6 presentaciones. Lo que se dice un inicio horrendo. Este plantel ya lo armó él y el juego es el que él dispone. No le puede echar culpas a nadie. Apenas despunta la 2023-2024 y ya se nota que no está para dar combate.

La primera fecha fue tan enfática en resultados y actuaciones que ya es posible hablar de candidaturas. ¿Quiénes pueden ser campeones…? El primero es el Manchester City de Guardiola. Hace tres años que está más en vendedor que en comprador, pues esa es la filosofía del Grupo City: vender. Primero se hicieron grandes comprando, ahora invirtieron la ecuación. Se le fueron Gundogan y Mahrez, dos bastiones, pero Guardiola no se relaja nunca y optimiza lo que toca: acumulan 7 triunfos en 7 salidas al campo. Con muchos suplentes por lesiones vencieron 3-1 al Estrella Roja de Belgrado con un notable doblete de Julián Álvarez, cada día más evolucionado: corre, lucha, juega, marca y asiste. Y sintoniza con Haaland, se buscan y se encuentran. Viene del triplete y es aspirante o a todo otra vez el City. Naturalmente, por el juego que propone Pep. Ya no pueden endilgarle el rótulo de ser “el equipo de los millones y las estrellas”. Hay al menos media docena de clubes que han gastado más.

El FC Barcelona goleó 5-0 al modesto Amberes de Bélgica, sin embargo, más allá del rival y de sus incontables problemas económicos, el Barça vuelve a prometer fútbol del grande, del que lo hizo universal, con Xavi al comando, un discípulo de Guardiola en cuanto al gusto por el juego de posesión y ataque. Ha conformado un plantelazo el club catalán y es muy indicado para ganar todo. Cualquier equipo del mundo que tenga en su mediocampo a Frenkie De Jong, Pedri, Gavi, Gundogan, y en su delantera a Raphinha, Yamal, Lewandowski y João Félix es favorito a todo.

El Real Madrid ganó a lo Real Madrid: 1 a 0, en el minuto 94 y de rebote. Al Unión Berlín, que debutaba en esta competencia. Pero los dioses siguen alineados con esa camiseta, la llevan puesta. Por eso y por su historia, entra en el círculo de candidatos. Aunque no es goleador, Jude Bellingham lleva 6 anotaciones en 5 partidos y su precio (132 M€) empieza a parecer una ganga.

Luego está el Arsenal, que goleó 4-0 al PSV Eindhoven holandés. Se muestra cada día más fuerte el equipo londinense y no teme a nada, asume cada partido como cuadro grande. Tiene un grupo de jugadores amplio y de calidad, hambrientos de gloria. Ojo con ellos… Agregamos al Paris Saint Germain porque renovó su pésima nómina del año pasado con nombres ilusionantes en ofensiva: Kolo Muani, Gonçalo Ramos y Marco Asensio, que sumados a Mbappé le otorgan un poderío notable. La entidad parisina gastó 395 millones en compras. También reforzó la defensa con Skriniar y Lucas Hernández. Y fichó un técnico audaz como Luis Enrique. Arrancó bien: venció 2-0 al Borussia Dortmund en una zona minada, compuesta además por el Newcastle y el Milan.

Por último, vemos con buenas posibilidades al Inter, finalista de la edición anterior, que gracias a su genial director deportivo Beppe Marotta sigue reforzando una dotación ya de por sí excelente, con un Lautaro Martínez goleador, capitán y estrella absoluta. El Inter no debería tener problemas en avanzar de ronda. Y de rondas. Dejamos para el final a otro que viene haciendo todo bien en el rubro altas y bajas: el Napoli, flamante campeón italiano y sensación de la Champions anterior. El club de Maradona ganó de visita 2-1 al Sporting Braga. Retuvo al nigeriano Osimhen y al georgiano Kvaratskhelia, lo que le garantiza un respetable poder de fuego. Son nuestros ocho candidatos al título, en ese orden.

Volvió la Champions, volvió el espectáculo.

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Medio siglo de periodismo

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 3 de diciembre de 2023 / 21:33

“Progresa la ciencia, avanza la tecnología, lo único que no mejora es el hombre”, solía decir ese ciudadano ejemplar y escritor notable que fue Ernesto Sábato, muerto antes de inventarse el lenguaje inclusivo.

La frase es olímpicamente aplicable al periodismo. En estos últimos cincuenta años, en los que hemos estado dentro, vimos modernizarse y envilecerse la profesión en iguales proporciones.

Comencé en esta cuerda a fines de 1973. Desde el punto de vista operativo era todo manual, artesanal, con las viejas máquinas de escribir Olivetti verde olivo o las Remington negras, señores de camisa blanca, corbatita fina y el humo del cigarro impregnando todo el ambiente. Y en algunas mesas, una botella de caña. Ni resmas de papel había.

De las enormes bobinas de papel con que se imprimía el periódico se guillotinaba a tamaño carta y con eso escribíamos. Pero no era simplemente amontonar letras, había que saber… Uno levantaba la cabeza y se admiraba de lo que tecleaba cada compañero. Eran muchos cracks. Eso exigía. Había que jugar la pelota al pie, nada de pelotazos.

Nadie había estudiado periodismo, venían de la escuela pública, pero eran escribas de raza, que se regaban con los grandes autores. Se iban haciendo en la fragua de la práctica. El director era una figura prominente que destilaba sabiduría. Mi primera comisión fue cubrir una asamblea de socios en Boca. Yo de eso no sé nada, dije. Me gustaba la pelota. “Usted vaya, anote todo, luego viene acá y lo escribe”, fue la sencilla instrucción. Raspando, pero pasé la prueba.

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Terminábamos de cerrar a las doce de la noche, si había algún partido importante de Copa Libertadores, doce y media. Y el diario igual salía en horario y como manda el código: la ficha del partido, un sesudo comentario, dos fotos, notas de vestuario y algún recuadro aparte con noticias emanadas del juego. Ahora que es todo satelital hay que bajar la persiana a las cinco de la tarde “porque es una orden de la gerencia administrativa”. Dentro de poco va a haber que comentar los partidos antes de que se jueguen. En los diarios mandan recursos humanos, publicidad, distribución, marketing, el taller… Antes mandaba el periodismo, la noticia. Terminado el turno, íbamos a tomar café para hacer tiempo y luego al pie de la rotativa a esperar que se imprimiera el diario a las tres de la mañana. Desandábamos la madrugada con el ejemplar bajo el brazo. Eso lo dicta la pasión. El periodista de alma no tiene horario.

La industria periodística era básicamente mecánica, luego llegó lo electrónico y por último lo digital. Vimos pasar el télex y el fax. Ejercer el periodismo hoy es Disneylandia, todo a mano, vas a Alemania, apretás un botón y te aparece Beckenbauer. Uno puede escribir una columna en su computadora portátil, en la tableta o hasta en el teléfono. Con wi-fi no hay drama. Escribir desde el estadio, mientras se está viajando, desde arriba del Obelisco o de la Torre Eiffel. El tema es hacerlo bien. En radio o TV es igual. Los muchachos que hacían campo de juego (Tinelli era uno de ellos) arrastraban toneladas de cables para llegar, sudorosos, a donde estaba el goleador. Y el goleador los atendía. El Zoom, el WhatsApp, Twitter, el celular, todo está facilitado. Entrar en Google y conseguir el dato preciso que antes había que buscarlo en un libro. Si lo tenías… La App que avisa las noticias y los goles al instante. Incluso es mejor ver el partido por televisión, con veinte cámaras, que ir al estadio. Esto también ha generado un periodismo oficinesco. Nadie quiere mover el esqueleto para ir al entrenamiento, al club o a la asociación.

Hay nuevas formas de hacer periodismo. Y cada vez que alguien en Silicon Valley inventa una aplicación nueva, se crea otra forma de transmitir la noticia.

El respeto mutuo. Antes uno le pedía una entrevista al futbolista y éste con gusto la concedía, incluso la concertaba en su propia casa. Y se brindaba el tiempo que el cronista necesitara. Si uno quería una nota con Pelé, no era ningún problema, iba a la cancha del Santos una mañana cualquiera y desde el borde del campo, mientras el genio entrenaba, le pegaba el grito: “Edson, ¿podemos falar con vocé…?” Y el Atleta del Siglo respondía: “Sim, depois do treino”. Y uno se sentaba con O Rei en la cantina del club a charlar con él. Eso se perdió. Ahora, para hablar con uno que se hizo dos goles en contra es preciso hacer una gestión con el presidente del club.

En 2014 solicité al Real Madrid un encuentro con James Rodríguez. Iba a España con ese único objeto, para un libro. Del departamento de comunicaciones del club blanco me dieron el sí. Pero sólo diez minutos. Era una mesa para cinco. Había que sentarse con James, un empleado de prensa de Gestifute (la empresa de su representante Jorge Mendes), otro de Adidas, la marca de la cual era modelo, un oficial del Madrid y yo. Debían enviarse las preguntas con anticipación para que las revisaran. Y no estaban permitidos varios temas, hablar de Messi, por ejemplo. Preguntitas tontas, superficiales. No, gracias.

Antiguamente, quizás las cosas eran más solemnes, es cierto. Pero, en general, no se violaban códigos. El off the record era sagrado. El protagonista aclaraba: “Te lo digo para vos, por favor no lo publiques” o “no lo pongas en mi boca”, y se cumplía. Hoy es posible que salga un tuit a los diez minutos. Importa más el escándalo que el concepto. En TV está de moda el panelismo, programas donde cinco o seis individuos gritan, se enciman y compiten por la frase más rimbombante, la que pueden levantar las redes y dar unos trozos de fama. Se puede ver a un director de un medio importante vociferando en televisión “No vengas, Messi, ¡no vengas más…!” En España, otro director de un diario deportivo afín al Real Madrid dice ante las cámaras: “A Messi hay que pararlo por lo civil o por lo criminal”. Y no pasa nada. Asistimos a la era del periodismo militante, una de las desvergüenzas de la profesión.

Se ha perdido la opinión en los partidos televisados, el periodista de TV es “concientizado” de que está vendiendo un producto y que debe cuidarlo. Vender partidos es igual a vender zapatos, no se puede decir que los zapatos son feos. También cuidan al presidente de la Federación, porque es quien les adjudica los derechos de televisación. El análisis del juego se centra demasiado en elucubraciones tácticas y en estadísticas, decenas de datos a la norteamericana, de posesión de balón, pases, remates, recuperaciones, que ilustran en parte, pero que no dicen todo, la observación sigue siendo la reina del comentario. Hay que describir el fútbol como un espectáculo global, así será siempre, no solamente si el esquema es 4-4-2 ó 4-3-3.

El periodista escrito se ha versatilizado: escribe, toma fotos, hace videos, sólo le falta barrer y servir café, pero está bien, aprendió.

Los que no cambian son los valores esenciales de la profesión: la ética debe ser sagrada. El que tiene pasión, llega, el que está preparado, llega. La formación, empírica, académica y personal, es decisiva para brillar, trascender y perdurar. Toda libertad tiene límites, incluso la libertad de expresión. Quien tiene objetividad, destaca. Quien entrega un producto noble, se impone. No ser amigo del futbolista o del técnico, compromete la opinión. Ser ecuánime siempre. Jamás hacer una concesión. Nunca perder el rigor. No ceder ante el amiguismo.

Cuando el gran árbitro colombiano Óscar Julián Ruiz iba a comenzar en el referato, su padre, también juez de Primera División, le dio un consejo breve: “Cobre lo que ve”. Vale para el periodismo: diga lo que vio.

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Venidos de Marte

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 28 de noviembre de 2023 / 06:45

El zurdo apareció por derecha en el área, ya estaba a tiro de gol, pero acaso un poco tapado y con su perfil menos hábil; entonces, en plena velocidad de crucero, pisó la bola hacia atrás, a la sudamericana, con bellísimo estilo, el célebre Billy Wright pasó de largo (todavía está pasando…), la acomodó para la izquierda y sacó un balazo a media altura que estremeció la red. Un Pulitzer de la pelota.

Al relator inglés, desacostumbrado a ver maniobras tan deliciosas, se le escapó un espontáneo “¡Uuuuuuhhh…!” Era Ferenc Puskas estampando su firma en Wembley. Fue en una fecha que quedó en los anales de este juego: 25 de noviembre de 1953. Por primera vez, los inventores del fútbol, considerados invencibles en casa, perdían en su mítico estadio.

Hungría lo vapuleó 6 a 3. Y el marcador no refleja la magnitud de la exhibición (puede verse completa en Youtube). Inglaterra entera quedó deslumbrada por el juego fascinante y letal de los Magiares Mágicos, y especialmente por la calidad del número 10. Nunca se había visto en las islas británicas un talento así.

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«Creíamos ser los maestros y ellos los alumnos, pero fue al revés», contó Bobby Robson, el gentleman del fútbol. Con frescos veinte años, Bobby fue aquella tarde en Wembley uno de los 100.000 espectadores que salieron con los ojos como monedas de un peso. Entonces no había televisación y nadie podía creer lo que había visto. Muchos aficionados salieron del estadio creyendo haber presenciado algo sobrenatural. El fútbol inglés vivía en una burbuja, creyendo que, por ser los pioneros, eran quienes mejor lo jugaban. Ese día comprobaron que estaban muy lejos. Fue rotulado, para siempre, El Partido del Siglo.

«Nunca habíamos visto ese estilo de juego. No conocíamos a ninguno de los húngaros, ni siquiera sabíamos de Puskas. Todos esos jugadores fantásticos parecían venir de Marte», amplió Robson. Era una especie de Barcelona de Guardiola, pero seis décadas antes. Inglaterra, que practicaba un juego lineal, mecanizado y de escasa técnica, se topó frente a una compañía de artistas. Todo era toque, pelota al ras, gambetas, frenos, enganches. Sólo habían transcurrido 42 segundos cuando Nandor Hidegkuti (¡qué bonito suenan los nombres húngaros…!) probó desde fuera del área y la incrustó en un ángulo alto del arquero Gil Merrick: 1-0. Los cien mil ingleses en las tribunas pensaron seguramente que se trataba de un accidente, ya vendrían las correcciones.

Sin embargo, lo que vino fue un ballet a cargo de esos fenómenos que respondían a nombres curiosos como Ferenc Puskas, Zoltan Czibor, Sandor Kocsis, Jozsef Boszik, Laszlo Budai, Jeno Buszanski, Mihaly Lantos, Jozsef Zakarias, Guyla Lorant… El mundo se acostumbraría a pronunciarlos pues la prensa internacional propaló profusamente la hazaña y competiría enseguida en darle motes como Los Magiares Poderosos, Los Magiares Mágicos, El Equipo Dorado, Los Dioses del Danubio…

El 6 a 3 en verdad fue muy corto. Hungría remató 35 veces al arco frente a 5 disparos ingleses. La catástrofe pudo ser mayor. “Eran tan superiores a nosotros que no pudimos contenerlos”, declaró Syd Owen, zaguero inglés. El sábado siguiente, Owen jugó para su club, el Luton Town, frente al West Ham por el torneo local. Malcolm Allison, jugador del West Ham, contó que antes de comenzar fue a estrechar la mano de Owen y le preguntó cómo había sido esa terrible experiencia frente a Hungría: “Fue como jugar frente a extraterrestres”, le respondió Owen.

Esa Hungría fue una iluminación. A esa reunión de cracks se sumó Gusztav Sebes, un entrenador estudioso, que vivía para ese equipo y tenía la concepción de que la mayoría debía militar en un mismo club si fuera posible, a lo sumo dos, para lograr entendimiento. Lo logró gracias al apoyo del gobierno comunista: ocho actuaban en el Honved y seis en el MTK. En esa época, cada número estaba totalmente identificado con una posición en el campo y en aquella brumosa tarde londinense, Sebes cambió los números de sus hombres confundiendo aún más a los ingleses. Encima, los húngaros intercambiaban sus posiciones continuamente. Todo se confabuló.

Tan brillantísima demostración revolucionó el pensamiento del esquemático fútbol europeo, había una nueva forma de jugar en base a esquives, amagues y pases cortos que resultaba graciosa e incontenible. Y el duro fútbol británico, de corrida, centro y cabezazo, entendió que en verdad estaba en la antípoda de aquellos movimientos preciosistas. No obstante, en Inglaterra se tomó la goleada como una falsa actuación; en un nuevo choque las cosas volverían a su lugar. Y se pidió la revancha, que se disputó seis meses después en Budapest. El calvario fue aún mayor: Hungría machacó a los hijos de la reina por 7 a 1. Pero la nueva exhibición no tuvo el impacto de la de Londres. Nunca como la primera vez.

El retorno a Budapest fue apoteótico. Al llegar a París, en la Gare de Nord una multitud esperaba a esos artistas de camiseta color cereza para ovacionarlos. ¡Como si fueran franceses…! De París partieron en otro tren a Budapest y al pasar la frontera austríaca y entrar a la patria los habitantes de cada pueblo se volcaban hacia el ferrocarril y obligaban al tren a detenerse para saludar a los héroes. Así, hasta llegar a la capital.

Las autoridades del Partido de los Trabajadores, que controlaban la federación, habían estipulado un premio de 2.000 forintos por jugar en Wembley, la faena fue tan magistral que decidieron aumentarlo de modo sideral. “A Puskas creo que le dieron 50.000 ó 100.000”, contó el doctor György Szepesi, famoso radialista húngaro que esa tarde narró desde Wembley para toda la nación.

En 1956 estalló una revolución en contra de la Unión Soviética, que mandaba sobre el país, pero fue aplastada. Intuyendo lo que se venía y aprovechando esas giras que hacían permanentemente, muchos astros de la selección se quedaron en otros países y la selección se disolvió. Czibor y Kocsis ficharon por el Barcelona. Otros no se iban por miedo a las represalias que el Partido tomaría contra sus familias.

Puskas decidió exiliarse, el régimen presionó a la FIFA para que no pudiera jugar en ningún otro país del mundo y el 10 quedó colgado. Vivió de lo que pudo, se radicó en Italia, participando de partidos amistosos. Así estuvo 18 meses hasta que Emil Osterreicher, técnico húngaro que era su amigo, asumió en el Real Madrid. Osterreicher pidió a Santiago Bernabéu su contratación. El gran presidente madridista lo rechazó, pero al cabo de un año se dejó convencer y Puskas, con 31 años y después de quince en el fútbol, inició una era de oro junto a Di Stéfano.

No fue por una Copa del Mundo ni sirvió para levantar un trofeo, sí para deslumbrar al planeta fútbol. El sábado se cumplieron 70 años de aquel 6 a 3, una de las epopeyas del fútbol junto al Maracanazo de Uruguay.

(28/11/2023)

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Campeón de punta a punta

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 27 de noviembre de 2023 / 02:15

Pasa el tiempo, desfilan generaciones y el Tigre sigue rugiendo. Parece que lo tienen cercado, que cae y lo cazan, pero se rehace y da el zarpazo matador.

Ayer, cientos de miles de familias bolivianas, excitadas, nerviosas de los nervios que da la euforia exhumaron del placard la camiseta, la bufanda, la bandera y el gorro para salir a las calles, a las plazas a mostrar su alegría, su orgullo. A tocar bocina en las avenidas. Están de fiesta, cuelgan las banderas oro y negro de las ventanas para exhibir su filiación.

El fútbol es un hecho cultural muy profundo en nuestros pueblos. No mejora el sueldo ni la calidad de vida, pero impacta tan positivamente en el ánimo de millones… Es la máquina de dar felicidad. Y cuando se logra el título sobrevienen inmediatamente cinco minutos en que los ojos brillan y la memoria nos pasa la película de la vida junto al club amado.

El cariño a los colores, la primera vez en la cancha con papá o el tío, aquel clásico que ganamos sobre la hora y después nos fuimos a celebrar con los amigos, las cargadas al rival de siempre, la hazaña de cuando íbamos perdiendo 3 a 0 y ganamos 4 a 3… El fútbol se mama desde niño y va traspasando la piel hasta anidarse en el corazón. De ahí no sale más.

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¡Strongest campeón…! Siete años y diez campeonatos le demandó sumar más gloria, pero la insistencia y la ansiedad son las que definen la grandeza de un club. Reincidir y reincidir en el intento hasta coronar de nuevo. Así son los grandes. Siempre vuelven. Y ya era hora.

Es muy difícil ser campeón, y el Tigre celebra su título número 41. Desde el amateurismo al profesionalismo, desde el campeonato paceño hasta el nacional, siempre campeón. Cuarenta y una estrellas, un mérito excepcional. “Hay discusiones sobre ese número”, dicen algunos colegas. Oswaldo Calatayud las sepulta a partir de sus investigaciones: “Estos 41 títulos no son inventados ni son torneos de invierno o amistosos -asegura Oswaldo, director de la Biblioteca Stronguista-.

Son títulos oficiales que han sido organizados, administrados y premiados en su momento por las asociaciones respectivas y hay fotos, textos y libros que lo atestiguan, hubo celebraciones, están los trofeos”.

Hay que saber ser campeón. Strongest supo. Tomó la punta en la primera fecha y no la soltó más hasta dar la vuelta olímpica. En las primera diez fechas, con Ismael Rescalvo en el banco, fue invicto con 8 triunfos y 2 empates. Hizo una considerable fortuna de puntos y luego, ya con Biaggio, Formosinho y Cabanillas, vivió de los ahorros. Impresentable Formosinho, deslizó que quería irse a la semana de llegar. Bien Cabanillas, logró la adhesión del plantel en la recta final del campeonato y mantuvo la moral en alto. Quedará en el recuerdo estadístico que cuatro entrenadores dirigieron al campeón.

Fue un equipo, el Tigre, sustentado en dos grandes figuras, Billy Viscarra en el arco y Quique Triverio en ataque. Las columnas que sostuvieron esta corona. Viscarra paró el viento, salvó goles con reflejos de superhéroe en tantos partidos en que el equipo flaqueó atrás.

Un arquero ganapartidos. Triverio marcó 22 goles, la mayoría, decisivos. Uno de los mejores fichajes de este milenio. Impecable profesional, fuerte, de excelente remate con ambas piernas y de buen cabezazo, se arregló con cualquier pelota que andaba suelta. Una injusticia su expulsión ante Vaca Díez, que le impidió estar en la final y festejar de pantalones cortos. El que más hizo por el título.

El ránkin de méritos. 1) Triverio, 2) Viscarra, 3) Quiroga, 4) Ortega, 5) Sotomayor. Álvaro Quiroga fue el termómetro del medio, de buen quite y pase seguro a favor de una pegada virtuosa. El colombiano Michael Ortega es la luz de este equipo, Sotomayor una confirmación.

Dos líneas para Héctor Montes. Es el presidente campeón. Cuando la Federación y 14 clubes intentaron descabelladamente anular el campeonato por la existencia de una “vasta red de corrupción” de la que nunca se supo nada, Montes impuso su criterio contra todos para que se reanudara. Sin esa gestión no había vuelta olímpica. 

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Atacar genera felicidad

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 19 de noviembre de 2023 / 21:44


Cosa seria, Uruguay, cosa linda Colombia… Y cosa hermosa el juego de ataque. Cuando los equipos se agreden futbolísticamente el público ríe, se exalta, se emociona, se abraza.

El fútbol es una máquina de dar felicidad… pero si se ataca. Uruguay históricamente ha sido difícil, por su estructura mental defensiva, la dureza de su tropa y la entrega, el compromiso con la camiseta.

Con Marcelo Bielsa le ha agregado el condimento que lo convierte en un plato imperdible: ataca, propone, se atreve.

Los resultadistas, los ultradefensivos (que hay decenas de millones, aunque parezca insólito) miran con recelo a Bielsa, viene a subvertir el orden, a patear el tablero ideológico. Y les roba feligreses, porque muchos hinchas uruguayos que adoraban ver defender a la Celeste, resistir heroicamente empates en cero, se dan vuelta ante esta mágica revelación de que se puede, sí se puede salir a ganarle a Brasil. Y ganarle. Se puede ir a buscar la victoria contra Argentina en Buenos Aires. Y encontrarla.

Entonces pasa esto, que hoy Uruguay es uno de los países más felices del mundo porque tiene una selección magnífica y, simplemente, sale a ganar los partidos, que es lo que le pide el aficionado a su equipo desde 1848, más o menos cuando se inventó formalmente este deporte. El martes, cuando Uruguay vuelva a jugar —esta vez con Bolivia— la ansiedad del país entero hasta las 20,30 será casi inaguantable. Eso genera el fútbol de ataque. En Uruguay el fútbol es un hecho cultural, los tres millones cuatrocientos mil están involucrados. Y eufóricos: Uruguay ataca. Y gusta. Y gana.

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Primero hay que saber sufrir

Hay un entusiasmo adicional: el estratega rosarino armó un plantel joven, que le puede durar a Uruguay para encarar exitosamente los próximos dos ciclos mundialistas.

Los técnicos uruguayos, tan apegados a jugar a la retranca, se molestaron cuando la asociación contrató a Bielsa, una suerte de Anticristo: ofensivo, extranjero y encima argentino, algo intolerable. El Chengue Morales, con sinceridad brutal, cerró la grieta: “Bielsa nos tapó la boca a todos”. Ya nadie habla de Suárez y Cavani. ¿Para qué cambiar los violines si suenan tan bien…?

Uruguay venció por primera vez en su historia, en seguidilla, a Brasil y a Argentina, tercero y primero del Ránking Mundial. Y les ganó jugando, yendo hacia adelante. Lo verdaderamente impresionante fue cómo derrotó al campeón del mundo en La Bombonera (un escenario que nunca tuvo buena conexión con la Selección Argentina). Le cerró todos los caminos ofensivos, lo asfixió en la recuperación de la pelota, le cortó los circuitos de juego y luego lo lastimó en ataque. A un equipo que venía dando festivales, que había ganado todos los partidos sin siquiera recibir un gol. El 2-0 en verdad debió ser más amplio por superioridad y volumen de juego.

«Yo les voy a decir lo que es para mí el fútbol, muchachos: atacar mucho y luego recuperarla con la ilusión de volver a atacar”. El credo de Bielsa ante sus jugadores. Se cumplió. Tal fue la demostración física, anímica y futbolística charrúa que su gente se ilusiona ya con el Mundial 2026. No para clasificar, para ganarlo.

Uruguay, el rey de la defensa, es líder de goleo en la Eliminatoria. Quién diría…. Lo asombroso es lo rápido que ha logrado Bielsa esparcir su semilla entre el plantel. Un punto sustancial en la relación entre el guía y sus subordinados es concitar admiración. Los jugadores uruguayos están encantados con Bielsa, lo admiran. Así, el soldado va a la guerra confiado y redobla el fervor.

Cinco mil cuatrocientos kilómetros más arriba de Buenos Aires, en Barranquilla, también el juego de ataque generó un alud de alegría a toda una nación. La Colombia de Néstor Lorenzo (así comenzará a identificarse desde ahora), puso nocáut a Brasil, le ganó por primera vez en una Eliminatoria. Y dándole vuelta el resultado, algo que puede acontecer cada treinta años tratándose del pentacampeón mundial. El entrenador muestra los dientes simplemente con dar la alineación, es un mensaje que le envía a sus jugadores. En ese acto, el futbolista advierte la intención del jefe. Y Colombia anunciaba a James y Carrascal, dos 10, a Luis Díaz, de quien no hace falta decir nada, a Borré, que no es goleador pero tiene técnica, a un centrocampista de buen pie como Kevin Castaño, a Matheus Uribe, volante de ida y vuelta que pisa el área y no es negado con la bola, a Deiver Machado, una topadora subiendo por su carril. Es decir, siete elementos que saben jugar y con inclinación natural para ir hacia adelante. Y un comandante que baja una línea clara: jugar en campo rival y buscar dañar al adversario.

¿Defender…? Desde luego, el que defiende mal en fútbol, o no defiende, pierde seguro. Pero el objetivo prioritario es ganar, y para ello hay que atacar. Lorenzo lleva 21 partidos al hilo sin derrotas: 8 de su antiguo paso por el Melgar de Arequipa y 13 con la Selección Colombia. Si un DT no tiene una alta capacidad no logra esos números. Y cuidado: no se puede argumentar que Lorenzo dispone de “una generación de oro”. Sí una dotación de buenos jugadores con un pedazo de crack como Lucho Díaz, a quien una noche se le abrió el cielo y le vino todo junto. Al margen de la clase, hay jugadores queribles y hay también aborrecibles. ¡Cómo alegra cuando le salen buenas a Lucho…! Es la postal de la humildad. Y no hay marketing para la humildad, es algo que brota, no se imposta.

Aparte, el once brasileño era una invitación a atacarlo. Dos laterales pobres (Emerson y Renán Lodi), dos medios de contención sin lustre (Bruno Guimaraes y André) y una serie de nombres normales, sin los monstruos de otras épocas. Lo único realmente peligroso era el ataque, con Vinicius, Rodrygo y Martinelli. Pero, bueno, es Brasil, de algo hay que cuidarse siempre. Era la oportunidad de dar el golpe, Lorenzo lo entendió y lo transmitió a sus jugadores.

Porque es el técnico el que transmite la mentalidad a los jugadores, nunca al revés. Conste, como agregado, que ese Uruguay que sometió a la Argentina causando un auténtico impacto internacional pudo haber caído, y hasta por goleada, ante esta Colombia que no tiene ninguna enemistad con el gol pese a jugar sin goleador y sin 9, dado que Borré no es 9. Llega al gol por funcionamiento, por armonía colectiva y por afán ofensivo.

Una prueba menos rimbombante, pero igualmente gráfica, de que la felicidad es atacar la dio Bolivia en el debut de su nuevo técnico Antonio Carlos Zago. Con apenas unos pocos entrenamientos, el brasileño paró un equipo más vertical, pero sobre todo eligió gente de mayor vocación de ataque.

Llamó a los dos Vaca, Henry, un rellenito al que se acusa de indisciplinado entre otras cosas, pero que es hábil y tiene uno contra uno, encara, va al frente, y Ramiro, un 10 fino, talentoso, con pase entre líneas y de excelente remate. Ambos marcaron los goles para salir del último puesto y hundir en él a Perú.

En la antípoda de lo que pregonamos, Perú contrató a Juan Reynoso, un orientador de corte especulativo, y marcó un récord negativo: es la primera vez en 69 años de Eliminatorias que un equipo no anota gol en los cinco primeros partidos. Insoportable para los hinchas peruanos. Y en Ecuador todavía no saben si el catalán Sánchez Bas es defensivo, ofensivo o qué.

Lo más importante de una selección es acertar con el técnico. Está demostrado. Uruguay y Colombia acertaron un pleno.

(19/11/2023)

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Primero hay que saber sufrir

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 15 de noviembre de 2023 / 21:45

¿Puede Colombia tumbar a Brasil…? ¿Saldrá por fin Perú a buscar el triunfo ante Bolivia…? ¿Rodará la cabeza de Juan Reynoso…? ¿Seguirá subiendo Venezuela en su escalera hacia el cielo…? ¿Encontrará Ecuador la línea de juego que reclaman sus hinchas…? ¿Podrá Argentina regalar otro festival de fútbol ante el duro Uruguay…? ¿Resistirá Eduardo Berizzo en Chile tras estos dos partidos…? Son algunos de los interrogantes que empezarán a develarse desde la tarde de hoy.

Con esta fecha doble se completará un tercio de la Eliminatoria, o sea 6 partidos sobre 18. Se estima que para clasificar directo habrá que sumar entre 23 y 24 puntos. Y el que logre alcanzar aunque sea el repechaje, deberá reunir 20.

De manera que, para estar mínimamente tranquilos, en cada tercio se deben obtener alrededor de 7 puntos. Y si no se los gana en este primer tramo, recuperarlos en el segundo o en el tercero.

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Esto puede fluctuar dependiendo de cómo les vaya a Argentina y Brasil. Al resto le conviene que los dos grandes ganen todos los partidos posibles, para restar puntos a sus rivales directos. Ejemplo: Perú y Bolivia ya perdieron con ambos, necesitan que los otros competidores también caigan. En el premundial anterior ante Argentina y Brasil arrasaron, terminaron invictos.

Esto hace que los de abajo deban sumar menos puntos para alcanzar un cupo. Pero este arranque es distinto: en apenas cuatro partidos Brasil ya perdió uno y empató otro. Se presume que no será la misma topadora de la vez anterior. 

A propósito de Brasil, acometerá dos duelos bravos, como son con Colombia (afuera) y Argentina (adentro) sin Neymar, Casemiro, Danilo, Richarlison y Gabriel Jesús, este en el primer juego. No es poco. No obstante, pese a sus lesionados, Brasil presentará un ataque temible, de habilidad y gol: Raphinha, Rodrygo, Vinicius y Gabriel Martinelli.

Brasil no corre nunca peligro de quedar afuera, y menos con 6 plazas y media, pero puede no ser feliz en esta Eliminatoria. Su técnico, Fernando Diniz, encontró la consagración con Fluminense en la Copa Libertadores, sin embargo, en la selección le cuesta más.

“Él necesita tiempo de trabajo para imponer su filosofía de juego y en la Verdeamarilla no lo tiene”, dice Marco Condez, analista de Globoesporte. En principio, Diniz está como interino en Brasil hasta junio, cuando debería arribar Carlo Ancelotti, pero ahora se duda de la llegada del italiano, que tiene otras dos ofertas de Europa.

Seis cambios hará el treinador en relación al clásico que perdió con Uruguay. En Brasil los medios le piden que sea valiente y haga debutar a Endrick, el garoto de Palmeiras de 17 años que pinta para supercrack mundial. “Diniz, tenga coraje para tirar a Endrick en campo contra Colombia. No va a tener a Gabriel Jesús para ese primer juego.

Tira al menino. Él es un búfalo”, pidió el comentarista Roger Flores, de SporTV en alusión a la clase, pero sobre todo a la descomunal potencia del chico que ya fue transferido al Real Madrid.

Con cuatro puntos, Chile no está tan mal, pero todos los cañones siguen apuntándole a Eduardo Berizzo. La caída por goleada en Venezuela todavía duele. Le exigen un triunfo sobre Paraguay en casa y un resultado digno ante Ecuador en Quito.

“Si no logra una cantidad de puntos o una actuación convincente, su permanencia va a ser muy complicada”, analizó Juan Cristóbal Guarello, periodista de prestigio en Santiago.

El fútbol chileno no produce jugadores de calidad actualmente y sus clubes están entre los tres peores a nivel sudamericano, pero las dos Copa América ganadas en 2015 y 2016 subieron la vara de las exigencias. Es un caso parecido al de México: las expectativas son más altas que la potencialidad. Y eso ejerce una presión asfixiante para todos los técnicos.

El Comercio, de Lima, publica una encuesta tremendamente demostrativa: el 69% de los peruanos no cree en la clasificación de Perú al Mundial 2026. Y tiene el diagnóstico: el 76% opina que Juan Reynoso debe dejar el cargo ya. Y eso lo dice tras haberse jugado apenas cuatro encuentros.

Dos cosas están claras: 1) más allá de los magros resultados, el fútbol cauteloso de Reynoso no representa el gusto de los hinchas peruanos; 2) si Perú no termina este primer tercio de competencia con al menos 5 puntos en la tabla ya será muy difícil revertir el rumbo. Por último, el 77% de los consultados anhela el regreso de Ricardo Gareca a la dirección técnica, sin embargo, eso parece imposible con la actual administración de la Federación Peruana.

Perú es el único de los diez contendientes que no ha marcado ningún gol en cuatro cotejos. Reynoso ha convocado diez atacantes para los choques con Bolivia y Venezuela: Paolo Guerrero, Lapadula, Carrillo, Polo, Grimaldo, Bryan Reyna, Zanelatto, Édison Flores, Ormeño y Matías Succar. La pregunta es ¿para qué diez si después se utiliza uno…? Al menos en La Paz lo más factible es que salga uno sólo en punta.

Perú está 26° en el Ranking Mundial, Bolivia es el 85°. La Verde está en el peor momento de su historia, última, sin una sola figura y la altura ya no asusta: ha perdido los últimos cuatro partidos en La Paz. Y encima, una pálida: al anunciar su retiro de la selección tras estos dos compromisos, Marcelo Martins generó mucha tristeza en el resto del plantel. Pero todo ese combo puede obrar como efecto rebote. Con Zago empieza de cero y es capaz de hacer daño.

“Tenemos el mejor doble 9 del mundo: Luis Suárez y Darwin Núñez”, dicen emocionados en Uruguay. Hay felicidad por el retorno de Suárez a la Celeste. Lucho está pisando los 37, pero atraviesa un momento estelar en Brasil: viene de hacerle tres goles como visitante al puntero Botafogo. Todavía tiene el colmillo afilado. Su mente es para embalsamarla y estudiarla, muy similar a la de Chilavert. También hay satisfacción con el trabajo de Marcelo Bielsa. Igual, tendrá un primer compromiso exigente ante Argentina.

“¿Sabés cuál es la clave para que siga Leo…? Ganar la Copa América del año que viene. Si la ganamos, yo creo que podrá estirar un poquito más la cosa. Si no ganábamos el Mundial de Catar, él se iba. Pero lo logró y quiere disfrutar”.

La hipótesis de Nicolás Tagliafico sobre qué debería pasar para que Messi continúe jugando en la Selección Argentina. “Si vamos a Estados Unidos y ganamos la Copa América, va a tener ganas de seguir… Hay que tratar de estirar el mayor tiempo posible esta racha, esta manera de jugar y este período de disfrute que vivimos en la selección. Si conseguimos la Copa América, estoy convencido de que será un anzuelo para lograr la continuidad de Leo”. Argentina, con todo su plantel a disposición de Scaloni, tendrá dos clásicos en cinco días: primero Uruguay en La Bombonera, luego Brasil en Maracaná.

El fuerte de Ecuador son sus jugadores, no el planteamiento del catalán Félix Sánchez. De hecho, el público se expresa duramente en los foros: “No jugamos a nada”. Hay que ver cómo responde ante Venezuela, un equipo pleno de buenos futbolistas y con un técnico que está siendo la revelación: Fernando Batista. Ecuador sufrirá las bajas de Pervis Estupiñán, excepcional lateral izquierdo, y del goleador Enner Valencia. Mucha gente dice “mejor que no juegue Enner, es un desastre”. La pregunta es: si no mete los goles Enner, ¿quién…?

(15/11/2023)

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