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‘El trencito’

Que Evo y Álvaro la canten agarrándose de la cintura, como trencito siempre, recuperando la simpleza del niño.

/ 28 de septiembre de 2014 / 04:00

He compuesto una cancioncita apoyando a Evo Presidente. Se llama El Trencito. Una vez se la toqué a un metro de distancia al presidente ecuatoriano, Rafael Correa, quien había tenido una guitarra del gran lutier Hugo Chiliquinga paradita en su despacho del Palacio de Carondelet. Correa me preguntó por qué el trencito, le respondí porque el trencito va uniendo a los pueblos y da mejores condiciones de vida a los más pobres, el trencito va hacia adelante llevando en su humito el mensaje de vida, el trencito del trabajo a la madrugada, de la alegría de la llegada, de los vagones familiares. Ahh, como el de Eloy Alfaro, me dijo Rafael…, sí, le dije, como Alfaro, Martí y Sandino. Como Evo. Como usted, Presidente, le dije y me abrazó feliz.

Luego, El Trencito sonó en la Cancillería ecuatoriana, en un almuerzo ofrecido por el canciller Patiño a quien le gusta cantar (y no toma ni un sorbo de vino). Era un almuerzo por la primera visita oficial del presidente Evo a Ecuador en julio de 2013. Un grupo de cuatro músicos ecuatorianos y una churra cantante hacían música andina de fondo, tocaban bien sus charangos y quenas. De pronto, se para el Canciller ecuatoriano, agarra el micrófono y dice: Aquí hay un buen cantautor boliviano, que pase a cantar para nosotros. Yo estaba al fondo, disciplinado funcionario de tercera, comiendo una sopita de pescado y recién me di cuenta que me convocaban cuando vino una señorita y me llevó al escenario. Entonces agarré la guitarra y el presidente Correa gritó: el trencito.… En ese minuto le enseñé al charanguista los acordes, al percusionista le dije huayñito es, como el de Rosaura que tocaste hace un rato…

ya no pude con el de la quena. “Esta canción es para Evo Presidente, se llama El Trencito”, anuncié. Evo, con su entrañable humildad, miró al piso sonriendo como llockallita y eso me dio más fuerza todavía. El Trencito sonó muy bien, como si hubiéramos ensayado, che, el de la quena le agarró con zampoña más y la guapa corista guayaquileña aportó moviendo las caderas en el estribillo: “trencito, trencito, trencito, trencito lucha por la gente, trencito, trencito Evo Presidente”. Luego, súbitamente se acabó el asunto y en el pasillo, entre granaderos y lanzas, el presidente Evo me sonrió, y dijo: Ya tenemos canción para la campaña, Papirri. Ya, jefe, le dije mirando también al piso como llockallita moco tendido.

La cancioncita nombra en tres minutos unos 20 logros del gobierno del presidente Evo Morales y empieza: “En Bolivia ya no hay nadie que es analfabeto, las reservas han crecido, Entel ya es nuestro / las autonomías, ya ves, son para la gente / y hasta las tarifas, guaguay, han bajado fuerte / con Juancito Pinto, ya ves, estudio y trabajo / el yankee se ha ido, go home, dignidad carajo”. Entonces viene el estribillo. Luego sigue: “en Bolivia ya no hay nadies que sea esclavo / latifundio, gamonales ya se han acabado / el petróleo es nuestro, ya ves, bono p’al abuelo / tiemblan los racistas, jajay, vuelven los mineros / en pocos añitos, ya ves, Evo con su pueblo / han cambiado todo, jajay, si parece un sueño”… (Estribillo). Y termina: “ahora somos nueva era con las carreteras / aeropuertos y la industria que también es nuestra / Satélite y Dakar, jajay, teleférico más / y para mi pueblo quiero: trencito, trencito, trencito, trencito lucha por la gente, trencito, trencito Evo Presidente”.

La canción tiene una linda versión del grupo Wiñay Cayambis, hermanos de la Comunidad Pijal de Otavalo, con las bellas voces indígenas de Laura Cabascango y Martita Choloquinga, y con una fuerza terrenal notable de acordeones, quenas y mandolinas. La versión boliviana la grabé en febrero, saqué tres días a cuenta de vacación desde el miércoles de ceniza y me fui a grabar a Bolivia el tema junto a mis fraternos del Grupo Kollamarka que parece la están tocando bien bonito en los actos de la campaña.

Que sea, pues, esta canción además un homenaje a mi abuelo paterno, mi doble tocayo Manuel Monroy Villagra, nacido en Antofagasta en 1878, cuando era de Bolivia, que no quiso cambiarse de patria y decidió radicarse en Viacha trabajando como técnico de locomotoras en el trencito, hasta su muerte.

Y que Evo y Álvaro la canten agarrándose de la cintura, como trencito siempre, recuperando la simpleza del niño que nunca debemos olvidar, celebrando con alegría y sencillez un nuevo triunfo de la Revolución boliviana gracias al apoyo firme de los pasajeros del trencito.

Ud. puede ver la canción en http://www.youtube.com/watch?v=UzlU6stokWc.

El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta

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PARA ELISA

El Papirri

/ 9 de junio de 2024 / 10:00

Era una tardecita tibia cochabambina cuando la conocí en la casa de mis amigos Mau y María de la Coperacha. Una robusta joven apareció con su sonrisa encantadora, ojitos de ardillita del bosque y aquella tonada mágica chapaca en el saludo. Entonces agarró la guitarra y cantó una canción rara, interesante, de esas que me gustan, había una intención armónica diferente en sus dedos y su voz… eran varias voces en una: se reía de un amor pasado mientras cantaba, se reía de la vida y cantaba, y Tarija llegaba en sus tintineos de mañana dorada.

Terminó de cantar y le dije: “Te invito a mi concierto”, como un niño invitando a su cumpleaños. Era febrero, el concierto se venía en marzo en el Teatro Nuna de La Paz, fue hace un año, parecen tres. Yo había terminado de componer una canción dolorosa, primaria, de mariachi cortavenas. Ese texto lo encontré en el rincón de mi compu como esperando: Te vas, en el peor momento/ con cálculo de pecho frío/ ¡Salud! por ese nuevo amigo / te burlas de mi olor a ungüento… Se la canté, mientras ella sonreía, se divertía con mis cantos jodidos.

Entonces llegó el concierto Camote, el Teatro Nuna de La Paz reventaba, nos habíamos visto un par de veces para repasar la ranchera y la querida canción Historia de Maribel. Ambas canciones no le favorecían mucho en el tono, pero Elisa, con toda fe, interpuso sus tremendos recursos vocales. Porque Elisa Canedo los tiene, y más allá de lo normal. Un timbre que se desparrama como en resolana en varios colores, un registro extenso, generoso. La canción Te vas sonó como tenía que sonar, con rabia de mariachi. Ella entraba en: Te vas con tu pasito esquivo/ chis chis, ya llegan a tu encuentro/ te vas con ese bicho feo, sacudo mi dignidad de muerto… Y yo con el sombrero de mariachi de mi papá, ese histórico sombrero que compró mi padre en el peor momento del exilio del ‘80, se lo compró nomas a un mariachi del Tenampa y sobrevivió a unos… a ver… 10 traslados. Mi padre llegó desde el DF a Lima con el sombrero puesto, su amigo el Chueco Céspedes lo esperaba en el aeropuerto, había decidido dejar el DF, era su tercer exilio, llegó a Lima bordeando los 70 años a vivir con su amigo y qué mejor que llegar con su sombrero de mariachi.

Con Elisa Canedo nos vimos luego en septiembre, en su chura Tarija. Contra todos los malos vientos, decidí hacer la gira Mirando al Sur, iniciando en Tarija hasta el Santiago querido. Sin embargo, el ambiente tarijeño era hostil, el Teatro de la Cultura tenía un alquiler similar al del Nuna, pero sin sonido, luces… ni personal. Llevar un solo musico significaba un monto similar al alquiler, muy difícil de sostener. Elisa allí se comprometió como amiga, apoyando al veterano Papirri en su aventura incierta, en su metida de pata completa. Entonces me fui directo y al grano publicando en las redes el maltrato al artista nashonal, la directora de cultura tarijeña respondió a la tambaleada ofreciendo un intercambio: yo tocaba en la plaza de Tarija un día antes del concierto a cambio del pago del sonido. Ahí estábamos con Elisa en medio de la plaza tarijeña a las 11.00 am, con cara de donadores de sangre. “Esto parece una pesadilla”, me decía nerviosa. Cumplimos con aquel compromiso extraño, con una plaza llena de gente en movimiento que no nos daba mucha bola.

El asunto es que llegó el concierto chapaco. Elisa tuvo la fineza de alojar a mi bajista que llegó de emergencia, no hubo otra. Teníamos la mitad del teatro vendido, justo para pagar cuentas. Igual reventamos con Te vas cantando juntos: Ya, plis, sigue tu camino/ mira que yo me voy de retro/ risitas sobre mis dolores/ cosquillas sobre mi tormento/Ya, plis, no me llames nunca/ en este instante te bloqueo/ tu duermes en un hombro nuevo/ yo brindo con nuestros recuerdos… Y le cascamos la hermosa Pascua en una versión que hizo lagrimear a mi Carito. La misma versión tocamos este miércoles 29 de mayo en un patio cochabambino muy bien decorado, con mucha gente aplaudiendo a Elisa Canedo, que dio un gran concierto.

Fue recién que la descubrí como cantautora. Sus canciones me dejaron feliz, conforme, por fin algo interesante, nuevo, personal y de ñ’eque en la canción boliviana; por fin una autora que llega a la gente desde su alma profunda, con su voz de fuego y luna, original y sin miedo. Elisa demostró ser una artista actual, una figura  que se viene con todo, agárrense los de la rutina fácil, por fin llega un canto nuevo desde lo viejo, renovado y con raíces, una propuesta sonora y poética personal sin recelo, con esta Elisa Canedo y su hermosa sonrisa, con su voz desparramando luces interculturales, con su actitud lucida que canta: Que te vaya bien/ que te pise el tren/ que te vaya mal, ya tienes con quien…

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Para Elisa

Elisa demostró ser una artista actual, una figura que se viene con todo, agárrense los de la rutina fácil

Por El Papirri

/ 9 de junio de 2024 / 06:10

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Era una tardecita tibia cochabambina cuando la conocí en la casa de mis amigos Mau y María de la Coperacha. Una robusta joven apareció con su sonrisa encantadora, ojitos de ardillita del bosque y aquella tonada mágica chapaca en el saludo. Entonces agarró la guitarra y cantó una canción rara, interesante, de esas que me gustan, había una intención armónica diferente en sus dedos y su voz… eran varias voces en una: se reía de un amor pasado mientras cantaba, se reía de la vida y cantaba, y Tarija llegaba en sus tintineos de mañana dorada.

Terminó de cantar y le dije: “Te invito a mi concierto”, como un niño invitando a su cumpleaños. Era febrero, el concierto se venía en marzo en el Teatro Nuna de La Paz, fue hace un año, parecen tres. Yo había terminado de componer una canción dolorosa, primaria, de mariachi cortavenas. Ese texto lo encontré en el rincón de mi compu como esperando: Te vas, en el peor momento/ con cálculo de pecho frío/ ¡Salud! por ese nuevo amigo / te burlas de mi olor a ungüento… Se la canté, mientras ella sonreía, se divertía con mis cantos jodidos.

Entonces llegó el concierto Camote, el Teatro Nuna de La Paz reventaba, nos habíamos visto un par de veces para repasar la ranchera y la querida canción Historia de Maribel. Ambas canciones no le favorecían mucho en el tono, pero Elisa, con toda fe, interpuso sus tremendos recursos vocales. Porque Elisa Canedo los tiene, y más allá de lo normal. Un timbre que se desparrama como en resolana en varios colores, un registro extenso, generoso. La canción Te vas sonó como tenía que sonar, con rabia de mariachi. Ella entraba en: Te vas con tu pasito esquivo/ chis chis, ya llegan a tu encuentro/ te vas con ese bicho feo, sacudo mi dignidad de muerto… Y yo con el sombrero de mariachi de mi papá, ese histórico sombrero que compró mi padre en el peor momento del exilio del ‘80, se lo compró nomas a un mariachi del Tenampa y sobrevivió a unos… a ver… 10 traslados. Mi padre llegó desde el DF a Lima con el sombrero puesto, su amigo el Chueco Céspedes lo esperaba en el aeropuerto, había decidido dejar el DF, era su tercer exilio, llegó a Lima bordeando los 70 años a vivir con su amigo y qué mejor que llegar con su sombrero de mariachi.

Con Elisa Canedo nos vimos luego en septiembre, en su chura Tarija. Contra todos los malos vientos, decidí hacer la gira Mirando al Sur, iniciando en Tarija hasta el Santiago querido. Sin embargo, el ambiente tarijeño era hostil, el Teatro de la Cultura tenía un alquiler similar al del Nuna, pero sin sonido, luces… ni personal. Llevar un solo musico significaba un monto similar al alquiler, muy difícil de sostener. Elisa allí se comprometió como amiga, apoyando al veterano Papirri en su aventura incierta, en su metida de pata completa. Entonces me fui directo y al grano publicando en las redes el maltrato al artista nashonal, la directora de cultura tarijeña respondió a la tambaleada ofreciendo un intercambio: yo tocaba en la plaza de Tarija un día antes del concierto a cambio del pago del sonido. Ahí estábamos con Elisa en medio de la plaza tarijeña a las 11.00 am, con cara de donadores de sangre. “Esto parece una pesadilla”, me decía nerviosa. Cumplimos con aquel compromiso extraño, con una plaza llena de gente en movimiento que no nos daba mucha bola.

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Fue recién que la descubrí como cantautora. Sus canciones me dejaron feliz, conforme, por fin algo interesante, nuevo, personal y de ñ’eque en la canción boliviana; por fin una autora que llega a la gente desde su alma profunda, con su voz de fuego y luna, original y sin miedo. Elisa demostró ser una artista actual, una figura  que se viene con todo, agárrense los de la rutina fácil, por fin llega un canto nuevo desde lo viejo, renovado y con raíces, una propuesta sonora y poética personal sin recelo, con esta Elisa Canedo y su hermosa sonrisa, con su voz desparramando luces interculturales, con su actitud lucida que canta: Que te vaya bien/ que te pise el tren/ que te vaya mal, ya tienes con quien

Autor El papirri

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Mi hermano primo Ramón

El viernes 15 de diciembre fue el homenaje a mi hermano primo, el escritor Ramón Rocha Monroy en la Fundación Simón I. Patiño de Cochabamba.

/ 24 de diciembre de 2023 / 06:09

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El viernes 15 de diciembre fue el homenaje a mi hermano primo, el escritor Ramón Rocha Monroy en la Fundación Simón I. Patiño de Cochabamba. La sala escogida para el evento no era la adecuada, con capacidad para unas 80 personas sentadas, se vio rebasada por la cantidad de gente que asistió, quedándose afuera la mitad de los espectadores. Luego de una hora de retraso, por fin se inició el evento con ponencias literarias a cargo de escritores como Gonzalo Lema, Vilma Tapia, Antonio Terán, Xavier Jordán, Alex Aillón y Ricardo Bajo. Ramón ingresó a la sala como un rockstar: la gente quería tocarlo, abrazarlo, besarlo… sorprendido estaba por tanto amor desbordado. Sí, este evento rebalsaba de amor.

Luego de los literatos ingresaron tres grandes actores paceños: Cristian Mercado, un gran artista y mejor persona; Pedro Grossman, renovado, maduro; y la hermosa Erika Andia, con su sonrisa cautivadora. Fue lo mejor de la noche. Casi sin tiempo, montaron una obra virtuosa basada en la novela El Run Run de la calavera (1983), un lujito de performance poblada de cariño por el autor. Inmediatamente ingresó mi persona, decidí tocar la canción El Olvidado, tema que cuenta la historia de nuestros abuelos comunes, Manuel Monroy y Conchita Block, canción complicada que se me hizo aún más difícil pues no había luz en escenario, se apagaba la luz de sala y todo era obscuridad. Ahí estuvo el apoyo de mi amigo Cristian Mercado, que ingresó con una linterna salvadora alumbrando la letra, por cierto, difícil de memorizar, más aun por los coctelitos que circulaban clandestinos fuera de escena. Seguidamente leí el texto dedicado a Ramón, que en sus partes destacadas indica:

“Tengo pues mi hermano primo, un cochala fornido, de gran humor, inteligencia rápida, escritor de verdad. Yo tenía 12 años, el dictador Banzer perseguía a mi padre, mi mamá me presionaba con el estudio de la guitarra clásica, el universo musical se acababa en los preludios de Tárrega y Sor. Entonces apareció en nuestro depto. de Sopocachi un veinteañero con su barbita rala, manso de provincia, quijada romana, jopo de galán, con aire de mi hermano mayor. Nos sentamos en la cama, agarró la guitarra y cantó afinadísimo una canción de Litto Nebbia… ‘Ámame o déjame, nena…’, cantaba con gesto de parto, este mi hermano primo Ramón. Cuando acabó la piecita, sentí que el Ramón me había abierto las ventanas aladas de la canción. Como algo ilegal, le pedí por favor el pase de los acordes. Mi madre, siempre rigurosa, académica, exalumna de Andrés Segovia, no apoyaba que yo cante, pero el Ojo de vidrio plantó nomás en mi alma la semilla de la insurrección. El Ramón apareció unos años después como revolucionario perseguido por el narcodictador García Meza, con toda la familia tuvimos que salir al destierro mexicano y nos fuimos a vivir a una ladera que se llamaba Tlalpan. A veces, cuando la sobrevivencia se distraía, nos veíamos y cantábamos. Un viernes fuimos a un bar azteca bien popular a tomar pulque, en la puerta de ingreso había un letrero que decía: ‘prohibido el ingreso a perros, lustrabotas y señoritas’. Sonreímos cómplices, brindamos y cantamos rancheras hasta el amanecer. En la mañanita, tomamos un pesero hasta Coyoacán, eufóricos le tocamos el timbre a René Zavaleta Mercado, que abrió la puerta con un tequila en la mano y su hijo Pablo abrazado a la guitarra trasnochada: era el chaqui perfecto. El exilio pasó —menos mal— rápido, el Ramón hizo su maestría en ciencias políticas, que lío el que armamos en el aeropuerto mexicano cuando el añorado retorno, no podíamos pagar el sobrepeso de tanto libro, nos pusimos a regalar tomos de Kant y de El Capital a los pasajeros.

Ya en democracia, mi hermano primo Ramón fue viceministro de Culturas, se casaba, se divorciaba, teníamos unas tertulias intensas, apuntalaba generosamente mis canciones. De pronto se nos cruzaba la misma idea, la misma frase, ya no sabíamos quién era el autor, por ejemplo, lo de hermano primo, o bobalización o aquella metáfora del anticucho enamorado. Aquella época aguda de mi canción Metafísica Popular lo trae a mi memoria llamándome a las dos de la mañana para decirme: ‘tengo una, escucha ps el minuto de silencio’… De ese final de los ‘90 nace la novela Ladies Nigth que Ramón tuvo la generosidad de dedicármela.

Moriremos cantando, Ramón. Pero, sobre todo, viviremos cantando, mi hermano primo, tú bien sabes, los parientes cercanos son bien lejanos, ¿no ve? ¿Te puedo citar? Mañana a las 6.00 nos vemos en aquella nube, la del tío Sixto. Porque es mejor que te lo diga ahora que podemos olernos y no cuando seamos una piel envuelta en huesos: te kero sin i”. Entonces emprendí con mi huayño Bien le cascaremos.

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La velada continuó con las bellas cuecas de Willy Claure y con el ensamble Run Run integrado por Manu Rocha, Nico Suárez, Miguel Crespo, Chelita Rivera y la impresionante voz de una joven cantante cochabambina, Viviana Cardozo. Al final, todos cantamos Devuélveme la piel, una gran canción compuesta en música y letra por el entrañable Ojo de Vidrio.

Bueno, ahora sí: les deseo a todos Uds. una Navidad repleta de amor y comprensión y un año 2024 llenito de sabiduría y mucha alegría de vivir. Ingresamos en receso hasta nuevo aviso.

El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta

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Tigre campeón 2023

Con tanto lío en el fútbol boliviano, chicanas, peleas, dirigentes y negociados, una federación de fútbol impresentable.

Por El Papirri

/ 3 de diciembre de 2023 / 06:48

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Con tanto lío en el fútbol boliviano, chicanas, peleas, dirigentes y negociados, una federación de fútbol impresentable, guerra sucia, campeonatos paralizados, técnicos que vuelven y se van; sinceramente ya no pude dar seguimiento pulcro a la campaña de mi equipo, el gran The Strongest. Entonces mi nieto adoptado instruye: vamos al partido.

–Papito, tengo que volver a Cochabamba, tu abuelita está solita, no voy a poder.

–¿Cuándo vuelves?– dice el súper nene de seis años masticando algo.

–El viernes, papito, la próxima vamos a la cancha.

De pronto, llamada de mi amigo Tigre, el Weimar, hermano, vamos al partido el domingo, si empatamos o ganamos somos campeones.

–¿Quééé? ¿En seriooo? ¿De qué liga, pues?

–De la liga boliviana, Papirri, le vamos a ganar al Bolívar 2…

–¿Cuál es, pues?

–El Always, voy a comprar las entradas– dice y cuelga antes de que le hable de mi presión. Ya estaba tres días en La Paz, tenía pase a bordo para retornar a la llajta. Incertidumbre.

–A mí no me crees y a ese tipo sí. Qué pasa, pues, abue. Para qué cantas entonces “negro y amarillo, te llevo en el alma” – dice el nene precoz en un lenguaje de grandes. Entonces llamo a la esposa.

–Parece que el asunto es serio, amor. Hoy es jueves, tendría que viajar mañana, pero parece que el domingo somos campeones– le digo implorando.

–Abuela, no molestes, vamos a ir a la cancha– grita el Matías comiéndose un moco. Entonces me empiezan a salir las garras de Tigre viejo, siento que mis dientes se hinchan, sobre todo los caninos, el pecho surge grandioso con pelaje blanco, veo mis brazos ahora musculosos, aurinegros, con índole de varias batallas, me lamo la última herida debajo de la costilla izquierda, la del último campeonato cuando salimos segundos otra vez, mis piernas se vuelven troncos pulidos, mi cabellera se enciende de negro y amarillo.

Voy corriendo a BOA, el corazón se me sale y no me importa, doy zancadas de Tigre africano. “Señorita, deseo cambiar mi pasaje, mañana viajaba, pero el Tigre va a salir campeón, para el lunes a primera hora, o mejor a segunda, ¿a las 10? Ok, ok”. Salgo de BOA, me baño con la lluvia paceña, todo me vale madres, el Tigre, mi club The Strongest, va a salir campeón. Al día siguiente el Weimar dice: “estoy filando en Achumani, parece que no hay entradas, vas a tener que ver otro camino, disculpas Papirri”. Desánimo. Entonces aparece el Matías con su tabla de skate aurinegro, me pasa rozando el hocico, mi lomo le sirve de pista, vuelve y va, toma en el aire una galleta: “¡Viva el Tigre Campeón!”, grita.

–Papito no hay entradas, qué hacemos, ya cambié el pasaje…

–No lloriquees, abue, vamos a conseguir. Somos del Tigre, además vos eres el Papirri, ¿nooo?

Volamos agarrados de su skate aurinegro, vamos a dejar flores a la tumba de mis padres, devoro pasto, mucho pasto, tomo agua del Choqueyapu como antes, seguimos planeando y riendo. Llega el día del partido, mis garras tiemblan, es domingo nublado. Voy a la cancha, llego a la curva sur, son las 9.30 y ya hay cola, recorro, olfateo tigres, nada de entradas, llego desalentado hasta el inicio de la general, veo un enjambre de tigres devorando a un pitufo, salto el charco de sangre celeste, aparece un revendedor: “entradas, entradas”. “Dame una curva”, le digo en africano. “No hay –contesta en aymara– solo general a 70 bolivianos”, el precio normal es 40. “Ya, dame dos”, le digo en siberiano. Feliz con mis dos entradas devoro una salteña prohibida: ya tengo entradas, carajo.

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Entonces vuelvo a mi guarida, me pongo mi chamarra atigrada, mi camiseta amada firmada por el Pájaro. Tocan el timbre, es el Marraketa Blindada cargando el skate aurinegro con el Matías en el hombro. “Compré una entrada demás pensando en ti”, le digo en abrazo atigrado. Saca su celular, filma todo. Llegamos a la cancha, esta full tigres, todos quieren sacarse una foto conmigo, un grupo de tigres jóvenes me hace brindar un trago terrible, otro me da un beso en el ojo, una señora me abraza y suena la costilla, así… unas 50 fotos. Cuando nos íbamos a la general aparecen dos tigres de la Ultra Sur: “Dónde estás yendo Papirri, na’k ver general, vamos a la Ultra”. En aquel momento me abren cancha con una trompeta y aparezco con el Matías y el Marraketa en el corazón de la Ultra Sur, estallan los polvos amarillos, los cuetes encienden la tarde, se inflama la bandera aurinegra gigante, entra el Tigre a la cancha, cantamos “Por suerte soy atigrado”. Emoción, pura emoción, el Matías vuela con su skate aurinegro llegando al arco del Viscarra, lo abraza, vuelve volando. El Marraketa me pide las entradas, “voy a venderlas, Papirri, necesito kibo”, buscamos y buscamos en mi mochila, no hay las entradas, las habíamos dejado en la otra mochila… nos cagamos de risa. Entonces… goooollll del Tigre, nos abrazamos, nos besamos, saltamos de emoción, mis garras se exaltan, la tarde es aurinegra, me siento joven, me cago en la presión. El Bolívar 2 nos empata. Llego al final del partido, literal, al borde del infarto, cierro la tarde con el grito de guerra: “¡Stronguistas: Kaaalatakaya warikasaya!”. “¡Hurra, hurra!”, responde la Ultra Sur y hace temblar el stadium. ¡¡Que viva el poderoso Strongerrr!! ¡¡Que viva carajooo!!

Somos campeones. Luego de siete años. Somos campeones carajo.

Texto y Foto El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta

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Jaker

Luego de 15 días en La Paz más que intensos, llegaba a Cochabamba a descansar, a ver la Champions, a rascarme todo

Por El Papirri

/ 19 de noviembre de 2023 / 06:57

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Luego de 15 días en La Paz más que intensos, llegaba a Cochabamba a descansar, a ver la Champions, a rascarme todo, a rumiar el último concierto en el Municipal, a dormitar suave. Con un ojo miraba el partido, con el otro miraba la tarde. De pronto aparece un mensaje en mi WhatsApp con código internacional: “Somos de la empresa WhatsApp, hay otro teléfono que está queriendo utilizar este número, ponga el SMS que le mandamos, son 4 dígitos, comprobaremos así que usted es el propietario, tiene 30 segundos”. ¡Justo goool de Atlético Madrid! Veo el SMS, lo copio, lo mando a ese número y listo: me cagaron. Me jodieron el descanso, el partido y la tarde; todo se volvió tensión, desesperanza…

Se queda un mensaje congelado que dice que ponga un pin, que si no lo sabía me mandarían uno nuevo a mi correo electrónico… Nada. Nunca había yo puesto un pin en el WhatsApp. Nunca llega el famoso mensaje al e-mail. Se pudre ahí mi mirada colectiva: siento la agresión en los ojos, habían penetrado en mi privacidad, me viene un ataque de ansiedad. Ken merda será, una desconfianza atroz atrapa mi alma. De pronto suena el teléfono, es mi querida cantante: —Manu, ¿tú me estás pidiendo plata? —Nooo, cómo pues Diana… —¡Están pidiendo plata por vos! Ponen la foto con tu hermano, mandan un QR…—Qué gran put’s.

Dejo el partido, prendo la compu emputado, ingreso a mi face, puedo ingresar sin dramas. ¡Uf, menos mal! Escribo un mensaje póstumo: “Algún imbécil a jakeado mi watsap, por favor no les den plata, están pidiendo dinero a mi nombre con QR, no les hagan caso…” Suena el teléfono, es mi sobrina hippie amada —¿Tío, te pasa algo? Me están pidiendo dinero, 10 mil bolivianos que precisas urgente. Ahorita no tengo, pero conseguiré, dame unos días, tío. —No, no, hijita, son jakers…—¿Quién, qué?, te escucho entrecortado. —Son hakers, con “h”, entonces. No necesito dinero, son estafadores, ¿dónde estás hijita? —En Río Abajo, pues, tío, no te escucho bien, te llamare más tarde”.  Silencio…

Entonces llega la semana de angustias, reboto del técnico cubano a Entel, de allí al técnico cubano. En Entel una señorita comiendo un silpancho me dice algo así como nosotros na’k ver con watsap. El técnico cubano, radical, dice en Caribe: “no hay otra, tendrá que ser otro número, chico, no hay nada más que hacer”. Un joven amigo que sabe de estas cosas me aconseja que marque **//++60*, sale un chorizo de número, se lo leo, —hay un 1 al final… Uy, te clonaron el teléfono Papirri… han hecho un espejo con tu teléfono. —Y ahura.

Desesperado compro un chip en cualquier tienda, lo pongo apenas, cada vez veo peor. Al día siguiente vuelvo a la compañía de fonos. —Este chip está mal, dice un joven maduro con pinta de japonés, voy a mantenerle el número, pero hay que cambiar de chip. Salgo cabizbajo con un nuevo número que nunca pude recordar.

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—Por favor, me jakearon el watsap, este es un numero de emergencia, le escribo a una compañera de trabajo. —¿Lo agendo o no?, contesta de mal humor. —No sé —le digo— y la tarde lanza un eructo a chicharrón que casi voltea un molle viejo. Rápido y concreto, el jefe de mi trabajo pone el nuevo número en la red de watsap. Escribo a un colega siempre amable a su watsap personal desde el nuevo número contándole el drama, es un caballero setentón intelectual, se asusta… nunca contesta mi mensaje en ninguneada total. Al cuarto día sin watsap me llega un hálito de ángel, una calma sospechosa. Esta calma me está estresando digo, siento que talvez podría ser interesante tener un nuevo número. Le escribo a un amigo querido contándole lo sucedido. —¿Y cómo sé que eres vos?, responde en carcajadas de emojis. Al quinto día pido socorro a un pariente de mi mujer que alguna vez había trabajado en Viva, viene al depto., mira todo, muy desactualizada tu compu, tienes que poner nuevo World, dice, asquiento. Entra a unos tutoriales, leyendo fúnebre dice: Tienes que esperar siete días. —Desde cuándo? —, le imploro. —Desde el día del jaker—, dice con cara de Halloween mientras una nube gris se choca con el cerro lanzando un granizo plomizo. Le quiero pagar. “Jamás, viejito”, dice, pellizcando mis cachetes.

Por fin llega el día siete. Lloriqueando extraño los mensajes de mi comunidad de Tigres, sollozo saudade de los reclamos de la red del edificio, extraño los avisos de la red de artistas. Ya sin esperanza llamo al sobrino empresario que instruye: “consúltale a nuestro técnico de computadoras”. Adjunta el número de William Gonzales, quien llega el día ocho a las nueve armado de susurros. Se sienta frente a la compu, saca una foto del mensaje congelado, parece que está orando, pidiéndole al cibersanto del ciberespacio compasión entre susurros, pasa una hora mientras doy vueltas como huayronko (¿es un ave?). De pronto se enciende el mundo, el sol pasa rebotando de techo en techo, todo se inflama de luces. El amigo Gonzales —capo bárbaro— logra destrabar aquella imagen congelada que pedía un pin inexistente. Lo abrazo, le beso la pajla, grito retrasado el gooool del Atlético. El técnico mira sabiamente el número del jaker y en tres clics mágicos lo denuncia y desaparece tragado por la cibervida y sus algoritmos. Fue así que se enciende el mundo con mis amados contactos cultivados en años, beso mi watsap histórico. Entonces suena el teléfono. —Tío, te he depositado 3 mil al QR que me mandaste, por ahora tengo eso—, dice mi sobrina hippie amada con una voz ahogada en álamos desde Río Abajo.

El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta

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