Monday 3 Jun 2024 | Actualizado a 02:49 AM

¡Detengan el tiempo…!

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 25 de junio de 2023 / 23:29

Un nene de tres años mira en el gigantesco televisor del living de su casa un partido de Argentina y la cámara enfoca a Lionel Messi en primer plano.

Pedro, así se llama, se sobresalta de la emoción, se para junto al televisor y, en su inocencia, cree que es un Messi real; le habla, lo toca en la pantalla, pero Messi justo se da vuelta y él se desespera, le grita, lo llama, le exige: “Mirame, Messi, mirame…” Lo quiere abrazar. Su amor por el 10 es absoluto dice el padre, que subió el video a Tik Tok y se hizo furor.

En una regata, en China, un timonel y 27 remeros -24 chicas y tres muchachos- compiten todos con la camiseta de Messi, la celeste y blanca con el número 10.

El pasado jueves 15, Argentina enfrentó a Australia en Beijing y 60.000 aficionados acudieron al Estadio De los Trabajadores con la casaca de Leo. Y el genio les cumplió: hizo un golazo al minuto y 19 segundos de juego. La cuenta de Instagram del Inter Miami, el que será su nuevo equipo, tenía hasta el 7 de junio a mediodía 1.700.000 seguidores, hoy suma 8.500.000. ¿Y aún no se ha anunciado oficialmente su fichaje…!

El sábado fue casi una fiesta nacional en Bangladesh: el ídolo cumplió 36 años y, según ellos mismos, el país entero ama a Messi. “Somos 170 millones de habitantes, todos adoramos a Messi”, dicen.

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Por eso ya mucha gente está presionando a la AFA para que acuda al país asiático a jugar un amistoso. Abel Völkner, gran amigo peruano radicado hace décadas en Alemania, cuenta: “Mi hijo es alemán, le gusta el fútbol, aunque básicamente es hincha de Messi.

Él tiene 24 años y ya vive sólo, pero durante el Mundial hizo una promesa: vendría a casa en cada partido de Argentina para que viéramos juntos a Leo. Después de perder el primer juego con Arabia Saudita estaba temeroso de que lo eliminaran, pero por suerte llegó a la final y así se mantuvo el rito, vino los siete partidos, se jugara el día que se jugara y a la hora que fuera”.

En todos los deportes, sea donde sea, en el vóley o en el tenis, aparece gente con la número 10 a rayas celestes y blancas. Estas manifestaciones se dan en todo el mundo. Sus portadores pueden ser árabes, finlandeses o congoleños, no hay barreras para este fenómeno que desborda cualquier entendimiento. Esto no pasó nunca, ni con Pelé ni con Maradona. Se los admiraba, eran universales, pero muy lejos de este apasionamiento. Tampoco en otros deportes ha sucedido.

Una encuesta de Euromericas Sport Marketing en alianza con Google en 65 países señala que al 86% de los encuestados les hace felices Messi y que un 72% lo tiene como ídolo, en tanto un 83% quisiera verlo en el partido que mirará por televisión. Estados Unidos, Inglaterra, Brasil, China, Bangladesh, Asia y África en general y, por supuesto, Argentina, son los países o regiones donde más adeptos tiene el 10. La encuesta fue publicada el 4 de diciembre último, cuando aún Messi no había levantado la Copa del Mundo. Luego de eso su popularidad se disparó a límites casi incomprensibles.

La mayoría de las personas responde que lo adora por su juego, naturalmente, pero sobre todo por su personalidad. “Me encanta su sencillez y humildad”… “Porque le pegan y no se queja, se levanta y sigue”… “Porque ama a los niños”… “Por su perfil bajo”… “Porque atiende a todo el mundo”… “porque hace una jugada bárbara, le da un gol servido a un compañero, este lo falla y él no se queja, no le dice nada, le pondrá otra pelota de gol”…

Obviamente lo veneran los hinchas de fútbol por sus sensacionales virtudes en el campo, pero por encima de ellos, Messi tiene una increíble conexión con las mujeres y con los niños. Éstos lo ven como un superhéroe, como el paradigma de la bondad, de la nobleza. Ellas, tal vez, por la fidelidad de Messi con Antonela, su amor desde los 13 años, y por el apego a sus hijos y a toda su familia.

“Mis hijos lo quieren a Messi más que a mí”, señala David Beckham, y se ríe. Finalmente, David se dio el gusto de convencerlo y llevárselo a Miami. “Messi es como un dios para los niños”, afirma el ex notable centrocampista holandés Frank Rijkaard. “Tuve que llevar a mi hijo de ocho años a Barcelona porque su sueño era ver un partido de Leo en vivo”.

Frank tiene el honor de haber hecho debutar en Primera División al de Rosario a los 17 años. Sin duda, Lionel es el futbolista más querido por sus colegas, que lo votan siempre mayoritariamente en la encuesta para el Balón de Oro. “En Barcelona, Leo me dejaba patear penales para que yo ganara la Bota de Oro. Llegábamos al arco, Él y Neymar tenían para definir y miraban de reojo a ver dónde estaba yo, para dármela y que gane la Bota de Oro. Eso yo lo valoro mucho”, evoca el uruguayo Luis Suárez.

“Messi no es un falso humilde. La sencillez no se puede fingir. Eso, esencialmente, más sus condiciones técnicas inhumanas, hacen admirable a Messi”, define Ricardo Vasconcellos, editor de Deportes de El Universo. “Todo lo opuesto a la arrogancia pública de CR7, que le sale hasta por los poros; o la sequedad de un tótem distante como LeBron James, para mencionar a dos nada más. O de la agresividad y malos modales de un tipo como Maradona, que podía tener un buen gesto y una hora después cometer una grosería espantosa.

Messi es genuinamente amable, cuidadoso de lo que dice y hace. No insulta, no maltrata, no se sobra. El día que más furioso se puso le dijo un insulto infantil a un holandés: bobo. Es un extraordinario futbolista, pero también es un deportista extraordinario, desde las implicaciones de conducta, respeto y observación de valores que esa palabra representa”.

Luis Sánchez, magnífico periodista peruano del Diario Las Américas, de Miami, informa que Estados Unidos y la península de la Florida en particular están revolucionados con la llegada del crack. “Aquí hay una expectativa bien, bien grande, yo nunca imaginé que me tocaría vivir esto, lo disfruto y tengo una ilusión enorme”, confiesa, como un aficionado más.

Como él, cientos de millones de personas verán ahora por TV los partidos de la liga norteamericana. “Llegó el momento y Messi es el impulso perfecto para ubicar a la MLS entre las mejores del mundo, este es un paso gigante”, aseguró Juan Pablo Reynal, presidente de Onside Entertainment y de The Women’s Cup.

Los ultras del Paris Saint Germain decidieron un día silbar a Messi en los partidos. Leo lo aceptó con seriedad, nunca hizo un gesto de fastidio. Lloró cuando el Barcelona le dio un inimaginable portazo en la cara. Pero no insultó a nadie y nunca dejó de demostrar su eterno amor por el Barça.

En 2016 renunció a la Selección Argentina cuando no podían ganar un título y muchos lo apuntaban a él: “Si el problema soy yo, me voy”, argumentó. Son las cosas que encumbran la dimensión humana por encima del futbolista y le dan esa idolatría que fanatiza. Sus mismos fans no saben explicar si aman más al jugador que a la persona. Posiblemente, lo segundo.

Antes de la final de Catar, en Brasil se preguntaban si debían hinchar para Francia, por la rivalidad con Argentina. La respuesta la dio Mauro Cezar Pereira, columnista brasileño de Uol.com.br: “Torcer contra Messi es torcer contra el fútbol, porque él es el fútbol mismo. Talento, liderazgo, generosidad, genialidad en la cancha al servicio no sólo de su equipo, sino también de nuestro deporte. A los 35 años sigue presentándonos recitales de baile. ¿Cómo estar en contra de este tipo? ¿Cómo apoyar su fracaso? ¿Cómo? ¿Cómo es esto posible…?”, preguntó.

Lionel apagó el sábado 36 velitas y nos inundó de nostalgia. ¿Cómo sentiremos el fútbol cuando ya no esté…? No queremos imaginarlo. Lo único que podemos pedir es que detengan el tiempo, que no cumpla más.

(25/06/2023)

Sabe ser campeón

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 2 de junio de 2024 / 22:14

Ganar una Champions es una proeza, ganar quince una epopeya. Es la dictadura más gloriosa de la historia del fútbol: la del Real Madrid. Comenzó en Europa en 1956 y sigue hasta este 2024.

Son siete décadas de dominio en el máximo nivel posible. El término impresionante queda chico, se necesita algo más fuerte, más adecuado. De 69 ediciones coronó en 15, un descomunal 22%.

El 78 restante es para todos los demás clubes europeos juntos. Lo insólito de esta supremacía es que el Madrid no necesita ni jugar bien ni merecer ganar.

Simplemente, gana. No seamos inocentes: la suerte y los árbitros constituyen una parte de la explicación de tantos éxitos, también hay otro costado, cuyos argumentos son la jerarquía, la combatividad, el temple, la grandeza.

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El Madrid siempre se impone ser el club número uno del mundo, empieza por ahí. No entra a los campeonatos a ver cómo le va, interviene para ganarlos. Todos. Contrata para tal fin a los galácticos, pero les deja claro que galáctica es la camiseta.

Cristiano Ronaldo pensó, en algún momento, que estaba por encima del escudo. Que la razón de los triunfos era él. “Quiero tanto o me voy”. Florentino Pérez le hizo saber de inmediato lo que es el Real Madrid: “Consíguete club y te vas”.

Se fue, hace justo seis años. El portugués sintió la crudeza del invierno fuera del Bernabéu, va desnudo de títulos últimamente, en cambio el club blanco sigue arropado: alzó 2 Champions, 3 Ligas, 1 Copa del Rey, 1 Mundial de Clubes, 3 Supercopa de España, 1 Supercopa de Europa. El mismo ejemplo vale para Mbappé, que llega nuevo: eres bueno y puedes ayudarnos, pero nosotros te haremos campeón a ti, no al revés.

Quien supo esta vez de la dimensión del Madrid fue el Borussia Dortmund. Jugó un magnífico primer tiempo, maniató al equipo de Ancelotti, lo superó claramente en juego (como lo superaron el Leipzig, el Manchester City y el Bayern Múnich), pero se necesita algo más que buen funcionamiento y situaciones de gol para eliminarlo. Cuando el Madrid está sentido hay que noquearlo, de lo contrario se levanta y mata. Al minuto 20, ese futbolista excepcional que es Mats Hummels puso un pase messiánico para Karim Adeyemi. Tan sólo quedó el puntero frente a Courtois que se asustó, lo invadió un miedo escénico y no supo definir, se abrió tanto hacia la izquierda que permitió que Carvajal le tapara el remate, ya sin fuerza, ya sin posibilidades reales. Ahí empezó a perder el Dortmund. “Quem não faz, leva”, dicen en Brasil, en esa maravillosa brevedad de la lengua portuguesa.

En ese primer tiempo el Madrid no generó ninguna situación de gol, el cuadro alemán tuvo cuatro claras, no metió ninguna. Sí, en la del palo de Fullkrug jugó el infortunio, era para gol. Sin embargo, le faltó la contundencia del campeón. No existe ninguna instancia del fútbol donde quede más reflejada la jerarquía que en la definición. El crack tiene una y va adentro, al bueno o al regular se la tapan, pega en el poste, se le va afuera.

Lo habíamos manifestado repetidamente: si la final era sana, si era limpia arbitralmente, el Dortmund tenía altas posibilidades de vencer. Y en esos 45 minutos iniciales quedó demostrado, fue mucho más protagonista en la trama de la película. Esa primera parte de los amarillos habla muy bien de Edin Terzic, el joven técnico germano. Con menos material que su rival lo superó tácticamente. Si cambiaba cuatro figuritas con el Madrid, la Champions viajaba a Alemania, sin ninguna duda. Vaya un homenaje para el Dortmund, quinto en la Bundesliga, pero meritorio finalista. Mención de honor para Hummels, que se devoró a Vinicius en el primer acto y le sobró personalidad para salir jugando. Un grande. Vale una ponderación para Nico Schlotterbeck, zaguero de futuro, y aplausos para el tanque Fullkrug, alemán de la vieja estirpe de los gladiadores germanos.

«Ancelotti no nos habló en el descanso. Normalmente nos da unos minutos para que descansemos y después habla, pero esta vez no. Nada. Cuando salimos, ya en el túnel del vestuario, nos llamó y nos dijo: ‘¡Perdón, me olvidé! Si se la siguen dando a los de amarillo vamos a perder'». Lo confesó Jude Bellingham. Y definió al multicampeón entrenador italiano. Un hombre de pocas palabras, excepcionalmente calmo, paternalista, de escasas elucubraciones tácticas, aunque con fabulosa comunicación con sus jugadores. Es el conductor que, cuando hace un cambio, el que sale lo abraza con una sonrisa. Todas las batallas se pueden ganar con un general así. No es de los que gritan alocadamente al costado del campo ni de los que dibujan flechitas en planillas, le alcanza con dos palabras y una palmada. Con esas herramientas emocionales lleva 29 coronaciones, cinco de ellas en Champions.

Las individualidades del Madrid y sus valores espirituales dieron vuelta el bote. La categoría de varios (Carvajal, Vinicius, Kroos) y la fuerza mental de todos, aplacaron el dominio del Dortmund y voltearon el desarrollo para terminar ganando sin discusión, porque el fútbol también es de goles. Al minuto 65, un córner ejecutado con maestría por Toni Kroos fue a la cabeza de Dani Carvajal, que se anticipó a la defensa rival en el primer palo. Pasó apenas arriba del travesaño. El Dortmund no tomó nota. A los 73’, la misma acción, calcada, tuvo final distinto: Carvajal sacudió la red. Un golpe al corazón del Borussia. Uno a cero para el Madrid. Y al Madrid es difícil darle vuelta el resultado. Con el botín en la mano, no lo suelta.

A partir de allí se afianzó el blanco y, sobre todo, se desanimó el amarillo. Le entró el cansancio, el apuro, estaba vivo, pero ya sintiendo el calor del horno. Y en ese estado de turbación, el holandés Maatsen regaló el segundo gol al Madrid. Dio un mal pase atrás con todo el equipo saliendo, le fue a los pies de Bellingham, este simplemente alargó el recorrido hacia Vinicius y el brasileño, sólo y con la defensa alemana desparramada, definió a placer ante el buen arquero Kobel.

A propósito, fantasmal actuación de Bellingham. Era su primera final de Champions, pero sin magia ni gambetas ni talento. Hasta un minuto antes de la final, el inglés era candidato central al Balón de Oro, después se le desinfló la candidatura. En cambio, creció el favoritismo de Vinicius para alcanzar la estatuilla. No lo achica ningún escenario, ninguna circunstancia a Vini. Si juega tranquilo, sin armar guerras, desnivela. La Champions te sube al podio, la Eurocopa y la Copa América definirán el resto.

Igual que en 2022 en París, en la definición ante el Liverpool, la clave de la victoria fue Dani Carvajal. Nacido para jugar este tipo de partidos, metiendo, apretando a los rivales, yendo hacia adelante. Una garra impresionante. Y lo que contagia… El gol va de yapa. Una anécdota lo define como jugador de club, que quiere ganar por encima de todo y que sabe dónde está. Se le vencía el contrato y aleccionó a su representante: “Ni se te ocurra pedir aumento”. Priorizaba seguir allí, juntar más gloria, no más plata. Un marcador fiero, antipático, a veces antideportivo, pero ganador mil por mil. Carvajal entiende como nadie lo que es vestir esa camiseta.

Lo mejor de la final: esta vez el arbitraje no incidió en el resultado. ¿Si es justo el 2 a 0…? Dejémoslo ahí. Hay que saber ser campeón y el Madrid sabe. Sabe sufrir y sabe ganar.

(02/06/2024)

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Fiorito, Ciudad de D10S

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 26 de mayo de 2024 / 23:48

El tiempo se detuvo en Azamor 523, Fiorito. Lo que hace sesenta años podía calificarse como una casita humilde y mínima es ahora una tapera. El alambre que la separa de la vereda parece caerse, todo está desprolijo en lo que debiera llamarse jardín, hay trastos dispersos por el piso de tierra, los árboles sin podar fueron ganando terreno y le dan un aire sombrío.

El estado de abandono entristece. Lo único que emociona es una pintura de Diego Maradona vistiendo la celeste y blanca en el frente de la vivienda, tomada de una foto del astro en el Mundial ’82. Y algunas camisetas o bufandas de clubes que lleva la gente y deja colgada de un árbol, de una reja. Esa ruina que vemos es la primera morada de quien, para millones, fue posiblemente el mejor futbolista de la historia.

El descuido duele. ¿Por qué esto está así…? ¿Por qué no es un templo, un museo, un lugar de culto dedicado a quien se gambeteó a todos los ingleses y metió el golazo de todos los golazos, a quien hizo delirar de emoción a tantos, el que enloqueció a los napolitanos con su magia…? Es el pensamiento que nos asalta apenas ver eso. La emoción por llegar hasta la casa inicial de Diego se derrumba apenas verla.
-¿Esta es la casa de Maradona…?-, preguntamos al vecino de al lado.
-Ésta-, responde.

A tres días del que hubiera sido su cumpleaños número 61 y a pocas semanas del primer aniversario de su fallecimiento, la casa natal del Pibe de Oro fue declarada lugar histórico nacional por el Gobierno debido la «enorme influencia» que tuvo el futbolista en la cultura popular argentina, que trascendió sus «méritos deportivos» y se convirtió en uno de los «símbolos más reconocibles de nuestra identidad».

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«Declárase lugar histórico nacional a la casa natal de Diego Armando Maradona, sita en la calle Azamor Nº 523 de la Ciudad de Villa Fiorito, partido de Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires», dice el Decreto 733, firmado por el presidente Alberto Fernández el 27 de octubre de 2021. Suena pomposo el dictamen después de ver esa pocilga.

Históricas las paredes, que encierran vivencias, que cobijaron los sueños de ese chico que dominaba la pelota como un dios. Era una cocina, una salita y dos piezas. Ahí se apretujaban don Diego, doña Tota y los ocho hijos. Luego, la habilidad inigualable del quinto de esos chicos los sacaría a todos de allí, les daría una vida distinta.
¿Por qué el Gobierno, la Provincia, la intendencia, los hinchas, la familia de Diego o el propio Diego no hicieron nada para conservarla…? “Aún sigue perteneciendo a los Maradona”, nos informa una vecina que se acerca desde enfrente. “Doña Tota se la prestó a una señora que trabajaba de doméstica en su casa de Villa del Parque porque no tenía dónde vivir. Luego la señora falleció y ahora vive su hijo. Se la quedó para él. Al que quiere entrar a ver la casa, le cobra”.

Una parte de la casa antigua de Diego Maradona en Villa Fiorito, en Buenos Aires. (Claudia Benavente)

Azamor ya luce pavimento, que le otorga cierto urbanismo, pero sigue siendo un barrio olvidado por los políticos, sobre todo por los que dicen luchar por ellos, los pobres. Tampoco Maradona miró para atrás. El que se quedó en Fiorito es Goyo Carrizo, el chico que lo presentó en Argentinos Juniors, donde comenzó la leyenda. Vive a unas cuadras.
-Yo tenía un chico en las infantiles de Argentinos, Goyo Carrizo, que era de Villa Fiorito. Era calladito, pero todos los días venía y me decía lo mismo: “Maestro, en mi barrio hay un pibe que juega mejor que yo”. Pasa que muchas veces los chicos quieren traer al hermanito o a un primo. No le hice mucho caso, sin embargo me lo repetía. Hasta que un día le pregunté ¿y por qué no viene? “Porque no tiene plata”, respondió. Le di un billete de diez pesos y le dije: “Mañana traélo”. El chico era Maradona…
El relato pertenece a Francis Cornejo, a quien entrevistamos para El Gráfico en 1986. Francis era de esos delegados que fungían de técnicos, padres, guías, consejeros. Y el primero que llegó a esa casa de Fiorito con la propuesta de ficharlo.
-Yo nací acá y nunca me fui. Con Diego estábamos siempre juntos, desde que nació hasta los dieciséis años que Argentinos Juniors lo llevó a vivir a La Paternal. Jugábamos en la calle, que era de tierra, se armaban unos partidos bárbaros-, dice Norberto Fernández, el Vaca, propietario de la casa de al lado. -Yo le daba la pelota a él, la agarraba, se gambeteaba a cinco y metía el gol. O a veces nos quedábamos todos mirándolo hacer jueguito, hacía cosas increíbles. Igual, nunca imaginamos que llegaría donde llegó. Pensábamos que era bueno en el barrio nomás.
-Pero llegó rápido a Primera, a los quince años.
-Sí, contra Talleres de Córdoba. Fuimos. De acá fue toda la cuadra a verlo ese día.
-¿Es verdad que era hincha de Independiente…?
-Fanático. La familia Maradona era de Boca, pero él salió de Independiente. Y yo soy boquense. Cuando jugaban Independiente y Boca era una guerra acá. Después se fue haciendo de Boca por la pasión de la hinchada. Su ídolo era Bochini. Vino un día el Bocha acá a ver la casa de Diego, quería conocerla y nos quedamos charlando un rato. Muy humilde, Bochini.
-¿Cómo era Diego…?
-Para mí siempre fue un grande, futbolística y personalmente. Para mucha gente era muy arrogante, temperamental, pero pasa que cuesta la fama. No le gustaba que lo tocaran, era quisquilloso con eso. “No me toqués”, te decía.
-¿Venía por acá…?
-Sí, mientras jugó en Boca venía siempre. Hasta que no podía estar más, llegaba y era un mundo de gente, todos encima de él y le escapaba a eso. Después ya se fue a España, a Italia y dejó. Aparte, cada vez que llegaba se producía una aglomeración de gente. La última vez vino con ese director de cine ruso que hizo su película (N. del A.: se refiere al cineasta bosnio Emir Kusturica).
-¿Lo volvió a ver, Norberto…?
-Sí, no mucho antes de su muerte. En el velatorio de un familiar, acá enfrente, en la casa de su abuela. Se decía que no andaba bien. Fui, me atendió bien. Estaba en una sala aparte. “¿Qué hacés, Vaquita…?, pasá.” No me gustó lo que vi, estaba con cuatro amigotes. Le dije ¿por qué vivís así…? Dejate de embromar, si tenés todo… Me contestó: “Te cambiaría siete días de mi vida por siete de la tuya”. Quería una vida normal y no la tenía. No podía vivir.
-¿Viene gente a ver la casa, Norberto?
-Mucha, de todos lados. Vienen de China, de Japón, de Italia, ingleses vienen muchos, turistas, hinchas, periodistas… Se quedan un rato, se sacan fotos, traen velas y las prenden acá en la vereda, rezan por él, dejan alguna camiseta. Cuando Diego murió se juntó una muchedumbre durante tres días.
Atrapado entre el Riachuelo y las vías del ferrocarril, Fiorito está en una confluencia difusa de Avellaneda, Lanús y Lomas de Zamora, en los fondos de los tres municipios. Y nadie mira hacia el fondo. Ahí son todos de a pie. Perros sueltos por todas partes, más de un caballo, montículos de basura en las calles. Diego es el orgullo de Fiorito, el único. Van a hacer cincuenta años que dejó ese arrabal, pero sigue presente en todo. En cada calle hay un mural pintado por la gente, o leyendas alusivas, la más frecuente, “Fiorito, ciudad de D10S”.
A cuatro o cinco cuadras de la casa natal del ídolo está “El potrero de D10S”, la cancha de Estrellas del Sur, donde el zurdito empezó a mostrar cosas grandes. El sueño de que otro Diego dibuje sobre ese piso de tierra está siempre, pero es difícil, las esquinas de alrededor están llenas de pibes con motos y un celular en la mano.

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Klopp es todo lo que está bien

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 19 de mayo de 2024 / 22:12

Lidera, inspira, alienta, contagia, alegra, motiva, respalda, enseña…

Lloraron los del Mainz en 2008, lloraron los del Dortmund en 2015, lloran hoy los del Liverpool. Sólo en tres clubes ha estado Jürgen Klopp en sus 24 temporadas como entrenador, en los tres hay un denominador común: amaron tenerlo, lamentaron despedirlo.

Lloraremos, también, los hinchas de todos los equipos. Klopp es patrimonio de todos, lo queremos, queremos que esté siempre ahí, al borde del campo dando indicaciones, riendo con su sonrisa Kolynos, palmeando a sus jugadores, estrechando la mano del técnico rival.

¿Es el mejor entrenador de la historia…? Posiblemente debiera ser incluido en ese análisis, quizás subiría al podio. Los ha habido más eficaces, más revolucionarios, con mejor verbo, pero nunca deberá ser considerado apenas como un notable estratega o un genio táctico.

Klopp es mucho más que eso: es un líder espiritual, un amigo de sus jugadores, un increíble fabricante de mística, el sujeto que dará esperanza a los hinchas apenas llegar y los hará felices durante toda su estadía.

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Ni Guardiola ni Ferguson ni Ancelotti, por ganadores que sean, son capaces de generar la atmósfera de entusiasmo que crea este alemán de 57 años. Él simplemente mejora todo lo que toca. Guardiola es sin duda el número uno de todos los tiempos, pero no establece este tipo de relaciones afectivas con los hinchas ni deja la estela de cariño que riega Klopp.

Imaginemos la tristeza liverpooliana. Hoy, cuando acabó el partido ante el Wolverhampton, Jürgen dijo adiós después de casi nueve años de romance con Anfield. Ha decidido tomarse un año sabático para descansar, disfrutar de su esposa, ver fútbol por la tele, tomar clases de cocina y de baile. Anhela ser un hombre común, ir al supermercado, al cine, estar muchas horas en su casa, jugar con su perro. «Esta será la primera vez en mi vida en la que no tengo una idea real de lo que haré, y eso es exactamente lo que quiero».

El público no sabe que un entrenador de élite ejerce a tiempo completo 24/7. Sir Alex Ferguson comenta en su libro Liderazgo que, todos los días, 6,30 de la mañana ya estaba sobre el césped de Old Trafford, con un té en la mano, inspeccionado con el canchero el estado de la hierba. Y terminaba cada jornada muy, muy tarde por la noche. Lo mismo podría contar Klopp. O Guardiola. En ese nivel es así.

Se quedó sin energías, reveló. Han sido 24 años seguidos de entrenamientos, partidos, charlas, viajes, planificación, videos, concentraciones, ruedas de prensa…

Después de ser un discreto futbolista de Segunda División del modesto Mainz 05, le confiaron la dirección técnica del equipo, que parecía condenado a Tercera. Ganó seis de sus primeros siete juegos y se salvaron del descenso en la última fecha. Tras dos años intentando estabilizarlo, consiguió ascenderlo por primera vez a los 99 años de vida del club.

Ya en Primera, lo clasificó a la Copa UEFA 2005-2006, lo que para los hinchas era como ser campeones del mundo. En 2007 perdieron la categoría, pero apareció el Klopp que veríamos más tarde, el de la lealtad: se quedó a remarla en Segunda. Y ahora el Mainz es un equipo permanente de la Bundesliga 1.

Tras ocho años en Mainz, ya había ganado un prestigio y subió varios escalones: en 2008 lo contrató el Borussia Dortmund, que había tenido una temporada de espanto: decimotercero entre dieciocho. Pero llegó el optimista de Klopp y empezaron a remontar. Y una vez hechos los retoques necesarios al plantel y darle su impronta, ganaron dos ligas seguidas, en 2011 y 2012. Al curso siguiente llegaron a la final de la Champions. Fue una época de oro del club amarillo, le pelearon el reinado al Bayern Munich, de presupuesto mucho mayor.

Luego de siete años con los borusser, decidió tomarse un descanso, como ahora, pero apenas cuatro meses después de dejar el Signal Iduna Park apareció el Liverpool. Y nadie le dice no al club con más hinchas de Inglaterra. Luego de ser el dominador casi dictatorial del fútbol inglés (y europeo), al Liverpool se le habían juntado las vacas flacas, las brujas enterraron sapos en el césped de Anfield y las lechuzas anidaron en el vestuario. Y quedó entre tinieblas. Treinta años sin ganar una liga. Conste que en ese lapso el Liverpool fue dos veces campeón de Europa, lo cual es muy festejable, naturalmente, pero el hincha quiere el trono local, para mirar a los vecinos desde lo alto del orgullo. Para peor, su archirrival, Manchester United, ganó en ese lapso ¡13 ligas…! Y lo pasó en el historial.

Treinta años de sequía, hasta que un día apareció el Rey Sol. Nunca pensaron esos ingleses que amarían tanto a un alemán. Klopp es la confirmación absoluta de que, hoy, todo proyecto futbolístico que aspire al éxito pasa primero por el entrenador, luego por los jugadores. Hace cincuenta o sesenta años, cuando el técnico era un personaje paternal o caudillesco, o con buen verbo, los futbolistas estaban por delante y el DT podía triunfar si contaba con un plantel virtuoso. Hoy el fútbol es más sofisticado, infinitamente más complejo, los futbolistas son los dueños del vestuario, el exitismo roza el límite de la intolerancia y la competencia es feroz por lo equilibrada. Se necesita un conductor inteligente, estudioso, capaz tácticamente, trabajador, persuasivo, con mando y manejo de grupo, que absorba la presión. Por eso un gran entrenador cobra ahora entre 20 y 25 millones de euros al año. Y cuando aparece uno, se lo pelean los clubes de élite.

Ese título no fue de los jugadores, como suele decirse con demagogia. Fue todo de él, del gran artesano de Stuttgart, ya ciudadano ilustre de Liverpool. Nunca en la patria de Bobby Charlton un campeón se coronó 7 fechas antes del final, récord en los 137 años del torneo. Y con 23 puntos de ventaja sobre el segundo, nada menos que el Manchester City de Guardiola. Un registro fabuloso; tal vez pase un siglo para que se repita. O quizás nunca.

Intenso, dinámico, ofensivo, potente, agresivo, duro, mentalizado, eficaz, práctico. Así ha sido en estas nueve estaciones el Liverpool de Klopp. De buscar, buscar y golpear. Atacando con vocación, defendiendo con fervor. El carácter de un equipo lo transmite el capataz. Y detrás de la sonrisa permanente de Klopp hay un comandante firme, convencido de su plan. Se ha ganado definitivamente el olimpo del fútbol internacional por capacidad, sin regalos mediáticos ni campañas marketineras.

Y en el medio de tantas tardes y noches de gloria hubo tres finales de Europa, dos perdidas ante el Madrid, una ganada sobre el Tottenham. Y una Copa Inglesa, una Copa de la Liga, un Mundial de Clubes, una Supercopa de Europa… Todos los títulos posibles.

“A Klopp le faltaron el Bernabéu y Messi”, titula su columna Aritz Gabilondo, de As. “No ha habido otro técnico que haya sabido contrarrestar a Guardiola igual de bien que él”, escribe. Y agrega: “Hubiera sido fascinante descubrir, en cualquier caso, el rol de Klopp en un contexto más dominante. Un Klopp con dinero y opulencia, como el PSG y el City; con grandeza y gloria, como el Madrid o el Bayern; o con el mejor jugador de la historia, como el Barça. Klopp ha sido Klopp por cómo es Klopp. Sin un Bernabéu o sin un Messi. Simplemente entendiendo el fútbol por lo que le dicta el corazón”.

La pelota pierde un protagonista esencial. Lo vamos a extrañar.

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Prócer del fútbol bien jugado

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 12 de mayo de 2024 / 21:32

Medía 1,93, era un basquetbolista metido en una cancha de fútbol. Un cinco lentón, de buen manejo, que le pegaba con un cañón a la pelota. Surgió en el club del que eran hinchas él y su familia: Rosario Central. Pasó a Racing, a Boca, se fue a Estados Unidos al New York Generals y por una gran actuación allí frente al Santos lo contrató el mismo Santos. Ahí le pasaba la bola a Pelé y Coutinho, nada menos. Pero ya le picaba el bichito de dirigir y se retiró joven. Y, de arranque, el técnico trascendió al futbolista.

Con sólo 32 años le dieron Huracán. Fue en abril de 1971. Sería una decisión histórica para el fútbol argentino. Como el hornero, fue construyendo el nido hasta quedar un lujo.

Brindisi y Babington venían de las inferiores, a Houseman lo ficharon por dos pesos de Defensores de Belgrano, otros llegaron libres… Así fue armando ese sueño de cualquier hincha llamado “Huracán del ‘73”, una orquesta de cámara, un equipo armonioso que tocaba el cuero de manera celestial.

Ya en el primer partido del campeonato goleó a Argentinos Juniors 6 a 1. A varios más les hizo cinco, cuatro… Pero los números eran irrelevantes: lo fascinante era el juego. A Central, en Rosario, le iba ganando 5 a 0 y era tal el espectáculo y la superioridad que la hinchada centralista se puso de pie y empezó a aplaudir. Nadie más logró eso.

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Esa obra maestra elevó al joven César Luis Menotti a la máxima consideración y al año siguiente lo nombraron director técnico de la Selección. Argentina siempre había sido un fútbol importante, un semillero del mundo, mas nunca reflejado en un torneo grande. Menotti puso condiciones para asumir: que la selección, una entidad desvalorizada, desorganizada, fuera prioridad total. Los futbolistas se negaban a vestir la Albiceleste, los clubes no los cedían, el equipo nacional se juntaba unos días antes de cada torneo y sumaba fracaso tras fracaso. Improvisación total. Menotti cambió esa historia a través de una palabra: compromiso. Comprometió a los jugadores, a los dirigentes, al periodismo, al país. Y a partir de él el país de Di Stéfano, Maradona y Messi fue a cinco finales del mundo, ganó tres, se coronó 6 veces campeón mundial juvenil, conquistó 2 Juegos Olímpicos, 3 Copa América, encabezó el Ránking Mundial de la FIFA. Rubricó todo el potencial que el país mostraba desde el inicio del siglo veinte. Desde ese momento, los jugadores se enamoraron de la selección y vienen nadando de Europa si es preciso. Generó una mística que se mantiene cincuenta años después.

No obstante, por encima de los títulos estaba su prédica, que dio lugar a una corriente futbolística: el menottismo. Esto es, jugar bien, por abajo, respetando la pelota, salida limpia desde el fondo, tocar, llegar en bloque. Orden con creatividad, nunca cortarle las alas de la inspiración al futbolista. No era otra cosa que volver a las fuentes que hicieron grande al fútbol gaucho. Porque hay una manera argentina de jugar al fútbol, que es exactamente la que mostró la Selección de Scaloni en la Copa América y en Catar. Se lo identificó como “el fútbol que le gusta a la gente”. Una verdad de cemento: el hincha gusta de ese estilo, genera orgullo cuando el equipo de uno lo practica.

Claro, para ello se necesita persuadir al actor. Nunca fue un problema, el fantástico verbo de Menotti entraba fácil en los jugadores, poseía un notable poder de transmisión. “Menotti convencía por seducción, Bilardo por insistencia”, describió Jorge Valdano. Corrobora Faryd Mondragón, el gran arquero colombiano que coincidió con él en Independiente: “Teníamos un zaguero de una garra y fuerza tremendas, aunque no muy técnico, Arzeno. Menotti lo convenció de salir jugando y el Polaco empezó a jugar la pelota al pie, daba gusto. Ver jugar al equipo desde atrás era una delicia”. Faryd contó otra anécdota sabrosa. “Íbamos a jugar un clásico fundamental contra Boca en La Bombonera, que fue el único enfrentamiento entre Menotti y Bilardo. Ganó Independiente 1 a 0. La noche del sábado bajo de mi habitación y al pasar por la cafetería veo a Menotti en una mesa tomando café con sus colaboradores. Me dice: ‘Venga Faryd, siéntese. Tómese un whisky’. Profe, ¿un whisky…?, respondí. ‘Tómese un whisky, por uno no pasa nada, le va a ayudar a dormir mejor’. Así era, te daba confianza, descontracturaba todas las situaciones. Nunca lo vi enojado, aunque tomaba decisiones fuertes”.

Una de esas decisiones, quizás la más discutida de su vida, fue dejar fuera del Mundial ’78 a Maradona. Aún con 17 años, Diego era el mejor jugador argentino junto con Bochini. Y ya había debutado en la Selección. Pero al dar la lista definitiva, de 25 nombres había que sacar tres. Y uno de ellos fue Maradona. Entrevistado esa misma noche, Maradona estaba como aturdido, conmocionado, no salía de su estupor. “Si lo agarra mi familia lo mata, le quieren pegar”, dijo el 10. A Bochini también lo marginó. Luego, Argentina fue campeón mundial y el título tapó la medida del técnico. Pero le hubiese dado el brillo que necesitó la Selección. Argentina ganó ese Mundial guapeando, con el coraje de Passarella, Kempes, Fillol, Luque, Tarantini, no con el fútbol que proponía el entrenador rosarino.

Tras ocho años en el banco celeste y blanco se fue a Europa, al Barcelona. Antes de debutar en el Camp Nou declaró en su estilo fluido, elegante, casi literario: “Me siento como un músico frente a un gran escenario”. Los periodistas se arracimaban frente a su presencia esperando las frases aterciopeladas que el Flaco acuñaba. “El fútbol es orden y aventura”, decía. “La única manera que tiene un técnico de hacerse respetar es desde el conocimiento. Si no fuera así, cualquier tonto podría ser entrenador». Otra: «El fútbol se juega para lograr eficacia. La belleza aparece de las cosas bien hechas».

Fue un individuo controversial, que generaba amores incondicionales y odios viscerales. Pero se sentía a gusto en ese mar de la polémica, no lo arredraba. Su enfrentamiento casi irracional con Carlos Bilardo abrió una grieta en el fútbol, ya no sólo argentino sino latinoamericano. El jugar bien o ganar como sea que encarnaban uno y otro dividió al público, al ambiente del fútbol y, sobre todo, al periodismo. Se era menottista o bilardista. Y eso generaba enconos personales fuertes, hasta la enemistad. Duró décadas la dicotomía.

Habían sido amigos al comienzo, luego, una declaración de Bilardo en los medios picó a Menotti, éste respondió, se fue poniendo más picante y se hizo un ping pong. Por último, el Flaco expresó que una decisión de su sucesor desprestigiaba a los jugadores. Bilardo estalló: “Leí el diario y me enloquecí, me tuve que tomar dos Lexotanil, pero nada me hacía efecto. Estaba envenenado”, reconoció. Y al día siguiente le respondió en rueda de prensa: “Cuando asumí en la selección lo único que encontré fue una silla y un escritorio. No había carpeta de jugadores, no había calendario, contactos, nada… Este país necesita que se hable menos y se trabaje más. Estamos cansados del verso”. Fue el inicio de una auténtica guerra dialéctica y de estilos.

Dirigió a Boca, a River, Independiente, a Peñarol, al Atlético de Madrid. Jugó con Pelé en el Santos, fue amigo cercano de Cruyff, dirigió a Maradona y, en su última etapa como director de selecciones nacionales, compartía en el predio de la AFA con Messi. A los 85 años, se fue el Flaco Menotti, personaje mundial del fútbol. 

(12/05/2025)

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¿Quién ganará esta Champions…?

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 5 de mayo de 2024 / 21:24

Es la pregunta que se hacen en los medios y en redes sociales. También se la formulan al periodista. Difícil respuesta. Los cuatro que siguen en carrera son realmente buenos y parejos, y los dos resultados que se dieron en la ida de semifinales no son definitorios, las llaves están abiertas.

En todos los sondeos y casas de apuestas el Real Madrid es ultramegahíperfavorito. No por su juego virtuoso, que no se la visto en esta Champions, sino porque la mayoría cree que, de una manera u otra, ganará.

Por suerte, por sus contraataques letales, por la contundencia de alguna de sus brillantes individualidades o por algún fallo arbitral, siempre sale venciendo el cuadro blanco.

Fue menos que el Leipzig en octavos de final (y hubo dos groseros errores referiles, uno en la ida y otro en la vuelta, favorables al Madrid). Padeció un asedio nunca visto ante el Manchester City en cuartos, pero pasó el Madrid. Y ha sido inferior al Bayern Munich en semis, pero sacó un valioso empate de visita (2-2).

Es tarea casi heroica mandarlo a la lona y contarle diez. Porque lucha hasta el final, le cabe ese mérito. Y el de la jerarquía de sus hombres, que, a la mínima insinuación ofensiva, convierten. A todos los demás equipos del mundo les demanda tres, cuatro situaciones de gol, o más. El Madrid, con media, llega a la red.

Justamente Thomas Tuchel, el excelente técnico del Bayern (campeón de la Liga de Campeones 2021 con el Chelsea), destacó la pegada del equipo merengue y su facilidad para hacer gol con poco dominio, sin siquiera crear peligro, incluso cuando lo están asfixiando contra su arco, como aconteció con el City. Un toque, dos y pum… adentro. Puede ser Rodrygo o Vinicius o Bellingham o cualquiera.

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“Han sido unos primeros quince minutos muy buenos, en los que hemos tenido ocasiones, un juego fluido… pero luego no ha sido tan fluido. Ellos han tenido una y nos han hecho un gol”, analizó el entrenador alemán.

“Después hemos estado mejor en la segunda parte, con el tanto del empate y el penalti del 2-1. Tuvimos alguna chance para hacer el 3-1 y no lo logramos. Pero hubo una ocasión en nuestra área y consiguieron el 2-2. Esto es lo que hacen con muchos rivales y esta vez nos ha tocado a nosotros”.

Tuchel elogió abiertamente al cuadro de Ancelotti: «Es la calidad individual más alta emparejada con una increíble capacidad para permutar posiciones y mantener el ritmo en los contragolpes… Y saben sobreponerse a los malos momentos».

No obstante, el Bayern mostró una imagen sólida, exhibió la solvencia de toda la vida, manejó el partido, dio vuelta el 0-1 inicial con el temple de siempre y, aunque fue aciaga su temporada en la Bundesliga, tiene en la Champions su tabla de salvación.

Va con el empate a Madrid, con una mejora evidente en su juego y con un Musiala imparable, habilísimo, valiente, encarador. Puede ser una estrella en el resto de la década, tiene apenas 21 años y su conexión con Florian Wirtz debería devolver a Alemania a lo alto del podio. Son dos cracks.

“Bellingham desconectado”, tituló el diario AS. Efectivamente, tras un comienzo rutilante de temporada en la liga española, el inglés ha decaído en los últimos meses, incluso estuvo desconocido en las tres rondas eliminatorias. Hasta ayer pedían a gritos el Balón de Oro para él, ahora se preguntan qué le pasa. Y reclaman el trofeo para Vinicius.

“Si no se lo dan sería una vergüenza”, ruge el madridismo. Está en un momento feliz el brasileño, aún no se alzó con ningún título, aunque podría conseguir Liga y Champions. Y Copa América, ¿por qué no…? Brasil es Brasil siempre.

En las encuestas de diversos foros el Madrid oscila entre el 47 y el 52% de las preferencias. El Bayern araña el 24%; el Paris Saint Germain, pese a haber perdido en la ida, alcanza un 13%, y el Borussia Dortmund el 15%.

En las casas de juego también lidera el equipo español. Paga 2,20 € por cada euro apostado, el PSG, pese a perder, continúa segundo con 3,75, Bayern Munich 4,50 y Borussia Dortmund 8.

El Dortmund parece el patito feo del lote, pocos le ven chances reales de coronar, sin embargo, juega bien y, atención a esto: crea un manantial de ocasiones de gol. Si tuviera la eficacia del Madrid golearía todos los partidos. Venció al PSG con gol del tanque Füllkrug y se quedó corto, era para dos o tres. Hubiese ido a París con la semifinal en el bolsillo. Falló mucho el austríaco Sabitzer. El exiguo 1-0 dice que el cuadro francés puede darlo vuelta en el Parque de los Príncipes. Claro, también adelantará líneas y ofrecerá espacios atrás.

Quien quedó en deuda es Mbappé. “Es el máximo goleador de la presente edición de la Champions League, pero la realidad es que su rendimiento en algunos encuentros sigue suscitando dudas”, escribe AS, de Madrid. Y en L´Equipe, de Francia, fueron más severos: “Una primera parte sin brillo (0 disparos), en la que no salió lo suficientemente rápido para Schlotterbeck en el gol (36′).

A menudo se encontró de espaldas a la portería en plena acción, tuvo pocos espacios y jugó encorsetado. En una segunda parte más densa, remató al poste (51′) e intentó potenciar a sus compañeros, como en una acción para Dembélé (72′). Pero no fue decisivo, como su condición le obligaba a ser…”, comenta el periódico francés, que lo calificó con un 4.

Siempre aparece una sombra en el horizonte de Mbappé. Se pide con insistencia un Balón de Oro para él, pero siembra incertidumbre. Por supuesto, nadie dirá que Mbappé es malo ni que arruga, es un crack de los grandes, aunque también es un jugador que extrañamente desaparece en muchos partidos, se ausenta. Casi nunca se le remarca ese aspecto. Únicamente loas. En este caso, AS y L’ Equipe sí lo hacen. Hay que recordar que el PSG pagó 180 millones de euros por él hace 7 años, lo fichó para ganar, por fin, la Champions. Nunca pudo. Y cuando llegaron a la final fue Neymar el jugador decisivo, no él.

Lo han rodeado de figuras y le han dado todos los galones, la capitanía, los penales, los tiros libres, lo alimentan con los mejores pases… pero no pudo. Algunos analistas le objetan que no es líder. En el campo no puede serlo porque no lleva la pelota, él está allá arriba, depende de que otros armen el juego y se la alcancen. Otra vez tiene una deliciosa oportunidad de alzar la Orejona, veremos si lo logra antes de irse. El Dortmund no es una barrera infranqueable.

Kylian jugó de 9, el puesto que le tienen reservado en el Madrid. El de extremo izquierdo, su lugar natural, está ocupado por otro gallo: Vinicius. Y Vini no le va a dejar su lugar “al nuevo”, se llame como se llame. El capanga en el vestuario del Bernabéu es él. Incluso tendrán una primera confrontación por el Balón de Oro.

Hoy, son los dos primeros mencionados para obtenerlo. Hay otro tema: si llegan a la final el PSG y el Madrid, Mbappé deberá enfrentar al que, a partir del 1° de julio, será su nuevo club. ¿Cómo se verá eso…? ¿Dejará el alma para ganarle…? ¿Le hará goles…? ¿Lo ablandarán Rudiger y Carvajal a base de leña como hacen habitualmente…? Si se da esa final, va a estar rodeada de morbo. Y si triunfa el PSG 1 a 0 con gol de Mbappé, ¿lo festejará…? ¿Mucho, poco…?

Cuidado, también puede darse una definición alemana en Londres. Los tres -Bayern, Dortmund, PSG- tienen más juego que el Madrid, el Madrid tiene más punch que los otros. Todo puede suceder.

(05/05/2024)

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