Carta de mi papá
Una carta de don Germán Monroy Block a su hijo el cantautor
CH’ENKO TOTAL
Querido hijo:
La última vez que estuvimos juntos tenías 26 años, yo estaba en el Hospital Obrero, enfermo, me contaste que te habían designado director del Taller de Música de la UMSA con examen de competencia estricto, me puse muy feliz por aquel logro. Siempre estoy contigo, aunque me sientas distante. Estoy pendiente de lo que haces y de lo que no haces, no es fácil la comunicación, pero me doy formas de saber de ti y —aunque no lo creas— de intervenir de alguna manera cuando veo que estás en riesgo. El año pasado me preocupaste de verdad. Tú, hijito, estabas destinado a los grandes escenarios de Segovia, al arte de la guitarra, pero te inmiscuyes demasiado en las cuestiones políticas. Sabes que nunca estuve de acuerdo con que cantaras, yo quería para ti los escenarios donde conocí a tu mamá, los grandes teatros, que interpretes la guitarra con orquestas sinfónicas. Pero bueno, yo también tengo la culpa de haberte inculcado los ideales sociales, esa preocupación por una Bolivia más justa. Es cierto, no fui un padre muy cercano, cuando eras niñito ya había irrumpido el fascismo de Barrientos en Bolivia, 20 años de dictaduras me tuvieron un tanto lejos de ustedes. Y no sabes cuánto lo siento. Y me arrepiento. Pero eran mis ideales, hijito, aquellos que nacieron en mi corazón cuando, saliendo bachiller, fui a pelear a la Guerra del Chaco. Allí, entre balas, muertes y sangre pude ver que los que combatíamos éramos los pobres, porque yo era hijo de un obrero de ferrocarril y de una hermosa ama de casa… No fue fácil agarrarse a tiros con los pilas, pero eso templó nuestro carácter, nació la visión de derrotar a un gobierno y a un estado manejado por la rosca minero feudal, ellos no fueron a combatir por la Patria. Por eso organizamos un partido revolucionario, por eso fui ministro de Gualberto Villarroel (te mando adjunta la foto cuando fundamos la FSTMB), por eso luchamos para que no haya esclavitud indígena, para que se organicen los mineros, los obreros y defiendan sus derechos. Por eso salí urgido al exilio escapando de la horca y allí tuve la bendición de conocer a tu madre. Por eso yo no quería que tú te involucraras en los afanes políticos, quería para ti una vida más apacible, de arte, academia y teatros, pero la realidad boliviana hizo que cantaras, y que cantaras cosas peligrosas.
El año pasado te vi en el 60 Festival Internacional de Cosquín, dije: “¡ahí está!”, su abuelo lo llevó a ese escenario, porque tu abuelo, mi suegro, fue un gran luchador, pero desde las fronteras musicales, la revolución de tu abuelo Andrés Chazarreta fue intrínseca, él reivindicó al arte popular, luchaba para que sus músicos, sus bailarines, muchos de ellos quechua parlantes, artistas populares de verdad, sean aceptados como artistas en una Argentina oligárquica que les negaba los teatros. Cuando conocí a tu mamá en 1947, tu abuelo ya era un ídolo popular, pero antes le costó 15 años insistir y persistir en sus ideales musicales. Este 21 de marzo se cumplieron 100 años de que Don Andrés triunfara en Buenos Aires, en el teatro Politeama. Ese triunfo fue el triunfo del pueblo, del arte popular. Entonces, cuando cantaste en Cosquín yo creí que ibas a cantar sus canciones, y le metiste tu canción Wiphala… me hiciste preocupar de verdad, tenías que retornar a Bolivia, el fascismo había tomado el poder otra vez y te tenían en la mira, me dolía tanto cómo te insultaban y amenazaban, creo que no deberías haber cantado esa canción, hijo, deberías haber interpretado a tu abuelo y disfrutar más de aquella estadía. En fin, es cierto, juntos salimos al exilio en 1980, ahí pude ver que también eras un guerrero, saliste a trabajar con tu guitarrita nada menos que en México DF, era mi tercer exilio, estaba cansado llegando a los setenta abriles, no sabes cuánto me costó dejarte en el DF pero no pude con esa ciudad, en Lima por lo menos estaba el Chueco Céspedes y nos acompañábamos. Me sentí muy orgulloso cuando en mi cumpleaños de 1981 me mandaste cien dolarcitos como regalo.
Hijo, debes cuidarte más, ya tienes 60, trata de no meterte en política, los fascistas son terribles, no miden su odio, para colmo increíblemente La Paz les dio su apoyo. Cultiva tu arte, no bebas tanto, no fumes, el virus parece que seguirá, yo hago lo posible por protegerte, pero a veces tú remas para el otro lado. Ya has sufrido demasiado defendiendo los mismos ideales que yo tenía, pero tú eres un artista, no eres político, el político era tu hermano Germán, pero ese es un tema muy doloroso que algún día lo compartiremos en una futura carta. Bueno, traten de vacunarse pronto. Cuida de tu esposa, a quien quiero y admiro profundamente, aunque no tuve el gusto de conocerla en persona. Aliméntate mejor, toma tus medicamentos, no pienses tanto en la gente, en el público, piensa en los tuyos. Ya ves mi letra, hijito, estoy cada vez más viejito, pero no dudes que estoy contigo, que estoy presente en tus momentos felices y en los más difíciles. Nunca te lo dije: te amo, hijito. Disculpa que me haya ido cuando eras tan joven. Disculpa tantos ideales que te transmití sin querer. Disculpa a este tu padre que, si estuvo lejano, fue por la revolución. Disculpa no haber ido a las reuniones de los padres de familia de tu colegio, no llevarte a jugar al fútbol. Discúlpame, hijito. Y por favor, no repitas historias que no te pertenecen, sigue el camino de tu madre, el arte siempre te va a dar alegrías y emociones sanas. Abrígate, hace frío en La Paz.
Te besa, desde el cielo, tu papá, Germán
(*) El Papirri: Personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta