Hace dos años
Hace dos años no pasamos Navidad ni Año Nuevo en casa. No fue por un paseo o una vacación planificada
CH’ENKO TOTAL
Algo ha pasado con el tiempo, parecen varios años y son solo dos. Hace dos años no pasamos Navidad ni Año Nuevo en casa. No fue por un paseo o una vacación planificada. Salimos con mi esposa a los tropezones de Bolivia, las amenazas a mi persona y a mi familia se habían acrecentado, las llamadas anónimas hacían temblar, las amenazas de fachos motoqueros en Cochabamba se hacían palpables, había tocado en el cierre de campaña de Evo, volvíamos a La Paz buscando paz y era la misma cantaleta, el Papirri “masista”, carne de cañón del neofascismo citadino boliviano. Entonces decidí huir hacia adelante.
Con mi histórico sombrerito de cocalero —lo amo—, lentes de aumento, cortada de pelo estilo bebé, fui a comprar a BOA de la avenida Simón López dos pasajes a Buenos Aires, lo vi al mayor de los hermanos Hermosa filando, atemorizado, igual que yo. Mis compas de la Universidad Jauretche nos darán una mano, algún familiar gaucho nos va ayudar, me decía en silencio. El 18 de noviembre de 2019 había presentado mi renuncia irrevocable a mi trabajo de gestión cultural en la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia, con mi último sueldito de diciembre decidimos partir a la nada.
Con mi esposa ya teníamos un método en los aeropuertos tomados por militares y paramilitares. Ella entraba primero, hacía el cheking, desaparecía en las gradas hacia el avión, yo la observaba desde lejos irse, entonces recién iniciaba mi check in. Así, si me agarraban, ella quedaba libre. Aquel 22 de diciembre, ella ingresó a embarque internacional y cuando yo iniciaba la fila nacional se acercó un soldado, “tiene que acompañarme”, dijo firme… me temblaban las piernas. Con mi guitarrita en la espalda, una maleta mediana y mi mochila amada, cruzamos el aeropuerto de la Llajta hacia un cuarto donde se encontraba un militar y varios soldados. “Soy el capitán Moreno”, dijo un rudo oficial, “muéstreme su pasaporte”. Le entregué el documento, miró al soldado de al lado, me miró rudamente. “Así que tú eres el Papirri… te habías llamado Manuel, ¿por qué te has rapado así, pues? ¿A qué vas a Buenos Aires?”. “A visitar a mi familia”, respiondí en tartamudeo. “Sí, pues, eres Chazarreta, ¿medio argentino, no? Mira, Papirri, mi coronel Carrazana me habló muy bien de ti, trabajaron en la embajada en Ecuador, ¿no ve? No entres a embarque internacional con tu guitarra, seguro estás en la lista. Llama a alguien que recoja tu guitarra de acá, este es mi celular. El soldado Tarqui te va acompañar. Antes de la salida internacional está un camarada mío con la lista de los que no pueden viajar, si estás ahí puedes ser detenido, hay un acto para Evo dentro de un mes en Buenos Aires. Si quieres salir, deja tu guitarra y que la recoja algún pariente. En realidad hago esto porque soy del Tigre”.
Se me movió el piso. “¿Me deja hacer una llamada?”, le dije. “Sí, pero solo una”, respondió serio. Entonces llamé a mi amigo el Rolito. “Hermano, por favor, recoge mi guitarra del aeropuerto, el capitán Moreno te la entregará, este es su celular”. Dejé mi guitarra, la Sevillana, con gran angustia en el alma. Hice la primera fila, luego con Tarqui haciéndome seguimiento entramos a la sala de preembarque internacional. Antes del chequeo de pasaportes en sala internacional, un militar con cara de guerra tikeaba una lista chequeando a cada pasajero, cuando faltaban unas seis personas para mi turno Tarqui hizo una llamada, apareció el capitán Moreno diciéndole al otro militar que se vaya a tomar un refresco. Se sentó en la silla de la lista, llegó mi turno, me miró… “paseee” dijo.
Con el corazón en los pómulos vi a mi esposa inquieta, vio la pista de aterrizaje, caminó de un lado al otro. Entonces pasé cerca de ella, ya estábamos juntos en preembarque internacional, iba a abrazarme, pero le besé la mano. Calladitos, asustados ingresamos al avión. En el avión me atreví a llamar a Moreno, no atendió, pero mandó un watsap: “ya llamó tu amigo, viva el Tigre Campeón”. Ese vuelo fue infinito. Cuando llegamos a Santa Cruz, llamé en desesperación al Rolito, ya estaba con la Sevillana en su auto.
Así fue como llegamos a Ezeiza, destruidos de nervios, con el miedo en la garganta. El compa de la Jauretche esperaba en su auto, recién en Lanús nos dimos un beso largo y tendido con Carolina. Se venía una Navidad lejos de casa. Se venía un Año Nuevo 2020 repleto de incertidumbre. La solidaridad de los hermanos argentinos llegó muy pronta. Nació una actuación casi familiar en Mar del Plata, en donde pasamos la Navidad. Llegó la actuación en el Festival Internacional de Cosquín y en febrero el concierto en el Teatro Vinilo de Palermo. Todo muuuy complicado, sin guitarra. Hoy, decido hacer público esto para agradecer en estas Navidades al capitán Moreno por ser un verdadero Tigre. Al dúo Coplanacu por la actuación en Cosquín y por prestarme una de sus guitarras. Agradezco a Alejandro Bejarano, compatriota también refugiado, que me prestó su guitarra para el concierto en el Teatro Vinilo. Agradezco al Rolito por su amistad a prueba de balas. Al arquitecto Bartolucci por el concierto y la Navidad en Mar del Plata. Al Dr. Zubeldia por su apoyo y Año Nuevo en San Clemente. La familia en realidad está en esos hermanos y hermanas del alma, en esos ángeles del camino que nos dieron de comer de sus manos. Un brindis por ellos. ¡Felisamemuero! (“Feliz Año Nuevo”, en paceño).
(*) El Papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta